Más que votos
Terminan dos semanas anodinas en las que la mayor novedad que se ha visto son las cuentas de las redes sociales de algún candidato en los carteles de campaña. Dos semanas de agitación del fantasma de ETA. Dos semanas en las que apenas hemos oído hablar de los problemas de la gente. Dos semanas de desgana... Hoy es el gran día. La fiesta de la democracia. Y el fin de la Pascua.
Los candidatos y candidatas, en proporción de 78 (ellos) a 22 (ellas) sobre 100 en los municipios de León, están a expensas de lo que decidan las urnas: 373.126 personas en la provincia, 13.296 menos que en 2019, tienen la papeleta en sus manos. Curiosamente, más del 51% de las personas con derecho a voto en León son mujeres.
El resultado marcará un nuevo ciclo que enfilaremos con más o menos ilusión en función de las preferencias o las discrepancias. Pero no nos engañemos. El voto es solo una herramienta de la democracia. Imprescindible, pero poco útil si es lo único que estamos dispuestos a hacer en los próximos cuatro años como ciudadanos y ciudadanas.
Muchos dirán que, encima de votar, no van a hacerle el trabajo a los políticos, que para eso les pagan. Y ese es el error. En los primeros tiempos de la democracia, la ciudadanía se echaba las manos a la cabeza por los sueldos y dietas de los concejales y concejales. Ahora que está asumido que nadie vive del aire y que es mejor pagar a los políticos a que nos roben (aunque no hemos conseguido evitarlo) hemos caído en la desidia de creer que con ir a votar está todo hecho o, peor aún, que voten otros. Y así nos va.
Salga lo que salga hoy de las urnas, deberíamos asumir que la política es cosa de todos y de todas. Quienes salgan de las urnas no son los geniecillos de la lámpara de Aladino que van a cumplir los deseos ni del más ferviente militante. Así que, no nos hagamos ilusiones. Hay que marcarles el paso con la acción cívica y responsable que es la democracia. La ciudadanía tiene que ser el principal lobby de la clase política para evitar que los lobos de dos patas arrasen con nuestros derechos y con nuestros recursos.
Hoy es la fiesta de la democracia. Pero el surco hay que ararlo, sembrarlo, regarlo y cosecharlo en los próximos 1.460 días. Hay que meterse en la política hasta las trancas y desconfiar de quienes dicen que no hay que meterse en política. Al contrario de lo que hacían nuestros antepasados en concejos y hacenderas, ocuparse de lo común en común, a la política la hemos dejado en tal estado de abandono que nos han crecido los salvadores de patrias. La fiesta de la democracia me recuerda que el Ágora de la Poesía cumple 10 de años de resistencia del verso en la plaza de San Marcos. Deberíamos imitarla o acabaremos siendo una provincia soterrada.