Lo ahorcaron
Del río Cabrera me enamoré la primera vez que lo vi andándole por sus lechos y pedreras y pescándolo a mano para palparle el vigor. Generosa pesquisa: bogas muchas, truchas no tantas (ya las afectaba el micropolvo de la pizarra cegándoles las agallas). Fue en 1970 a lo largo de una semana inolvidable apalancado con mi primo Gelito en la casona de su tío Rafael en Vega de Yeres, río ahí en sus finales discurriendo hacia Puente de Domingo Flórez donde se hace tabla de puro espejo bajo su puente de majestad pétrea antes de entregar su caudal al Sil embalsado en Pumares.
Veintipocos años después volví con cámaras a pescarlo palmo a palmo a lo largo de todo su recorrido para una video-serie que dirigía y escribía retratando todos los ríos leoneses de cuerpo gentil, pero esta vez sin meterle mano no más que con preguntas a lugareños y miradas a aquellos montes de majestad imponente, al río emboscado en la artesa del fondo y apedreándome el ojo el rosario de cielos abiertos pizarreros desde La Baña al Puente pasando por Marrubio, Odollo o los altos de San Pedro de Trones donde la voracidad pizarrera y sus métodos no envidian en nada al sistema de «ruina montium» que los romanos aplicaron a las vecinas Médulas (por su aridez y color ceniciento se dirían paisaje lunar esas enormes canteras cuyas escombreras se deslizan en cuesta veloz tapizando las pindias laderas). Aquel vídeo del río Cabrera con tanta evidencia sirvió para que la Hidrográfica del Sil impusiera sanciones severas, recurridas o eludidas en lo mayor. Las imágenes de Odollo eran demoledoras. Los pizarreros me maldijeron y presionaron al periódico, pero ya todo el mundo había visto la fechoría, aunque ahora -nos informa Carlos Fidalgo- el ahorcamiento que ahí le hicieron al río hace tiempo no se reparará si no se aflojan 7 millones públicos; y añade que, además, no están por ello, que no hay. Ooole... ¿y los malechores?, ¿es que prescriben esos crímenes de lesa naturaleza?, ¿salen tan baratos?, ¿sólo se repara ese horror si lo pagamos todos?... (hay que joese pa no caese).