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La muerte de Antonio Gala me ha causado una profunda tristeza. Hace tiempo que lo echo de menos. Una enfermedad grave lo apartó de los medios de comunicación y dejó de conceder entrevistas. En todo este tiempo lo he buscado en internet y he vuelto a escuchar varias veces sus conversaciones con Jesús Quintero, también recientemente fallecido, en la televisión andaluza. Ya lo seguía en sus apariciones en televisión española. Para los más jóvenes que lean esta columna decirles que hubo un tiempo en el que en la televisión pública de este país, en los años 70 y 80 del siglo pasado, escritores, filósofos, actores, directores de cine y del mundo de la cultura en general, eran asiduos en los programas de televisión. Por esa serie pasaron García Márquez, Sánchez Ferlosio, José Luis Sampedro, Francisco Umbral, Gloria Fuertes, Mario Vargas Llosa... ¡Y en franja horaria de más audiencia! Pero no os confundáis. Esos programas no tenían nada que ver con el cotilleo y los trapos sucios. Esas entrevistas eran una fuente de pensamientos y conocimientos que marcaron a toda una generación cuando todavía el color escaseaba en los televisores de las casas españolas.

Antonio Gala me embelesó con cada respuesta. Nada era previsible en sus argumentos, al menos no lo era para mí en ese tiempo. «¿Hemos venido para ser felices? preguntaba Quintero a Gala. «Esa es la gran pregunta» —respondió— «hay algunos que piensan que la felicidad es un acto intelectual. A mí me parece que no. Si se dice, como se piensa con frecuencia ahora, que la felicidad consiste en tener todo lo que se desea, lo que se desea es la felicidad, bastaría con eso. La felicidad no es una suma de objetos, no puede identificarse con el consumismo, con todas las necesidades satisfechas, con la eliminación de las fatigas, de la opinión ajena, todas esas cosas que nos perturban, de nuestras cobardías y nuestro miedos. No es algo que se pueda comprar ni se pueda conquistar como una tierra o una finca, es la cosecha de una larga siembra de tanteos, y a veces viene y no nos damos cuenta de que está. Estamos mal hechos y somos muy tontos». Y después, a pensar, sin ruidos.

Descubrí al Gala escritor tras leer  Charlas con Troylo , recopilatorio de sus artículos en El País Semanal entre 1979 y 1980. Gala conversa con su perro sobre la vida, la muerte, el amor, el desamor, el desengaño, la traición, la amistad... toda una maestría filosófica aunque él nunca se consideró un filósofo. Hay libros que permanecen para siempre y no encuentro una explicación lógica para que recuerde frases y sensaciones muy concretas durante la lectura de éste mientras que soy incapaz de rememorar argumentos de otros que tengo la seguridad de haber leído por mi costumbre de poner la fecha tras su lectura. «La inteligencia nos falla con frecuencia, igual que el deseo y la memoria». No te lo pierdas.