El movimiento
De repente, todo se mueve a una velocidad de vértigo, gracias a la decisión del presidente de convocar elecciones generales. El primero en moverse ha sido, como siempre, el PNV, que ya está poniendo una vela al PP sin quitar la que le puso al PSOE inmediatamente después de traicionar a Rajoy. Si el PNV se mueve es que los vientos de cambio son fuertes y ellos siempre los aprovechan como nadie.
Luego, Ciudadanos abandona la escena política, convencidos casi todos sus líderes residuales de que es imposible seguir porque nadie les va a votar, nadie les va a dar créditos, no van a poder pagar las deudas y si alguien quiere seguir en política tendrá que hacerlo en otras filas, presumiblemente las del PP.
El movimiento sigue en las comunidades autónomas y en los ayuntamientos que han cambiado de signo. Me temo que en muchas de estas instituciones tendrán que entrar los auditores para ver cómo se ha gastado lo que se ha gastado, cuánto se ha gastado o comprometido en estos últimos meses —dicen que la mitad de los recursos para todo el año— y que dinero queda en las arcas públicas. Puede haber sorpresas.
Sumar ya no es un proyecto ni una confluencia ni un partido ni una coalición de partidos. Sumar es un movimiento. Movimiento Sumar, como se ha inscrito legalmente. ¿Reminiscencias franquistas? Pero además es la posible suma de Izquierda Unida, En Comú Podem, Compromis, Adelante Andalucía, las Mareas, Más Madrid, etc., todos ellos duramente derrotados en las urnas el 28-M...
Y de Podemos, si llegan a un acuerdo, que es el que ha sufrido la derrota más importante. Unidas Podemos ha muerto, víctima de sus graves errores y de sus dirigentes, y ya solo queda enterrarlo, por separado o devorado por Sumar. Gracias a la decisión de Sánchez de precipitar las elecciones sin consultar a nadie, Sumar y Podemos irán a la campaña, juntos o separados, sin primarias, sin programa, sin participación de los militantes y con designaciones a dedo de todos sus candidatos.
Lo del programa no es importante porque lo que les divide no es el programa sino los egos. Sumar, dicen los suyos, es «movilizar más allá de los partidos, abrirse, vertebrar, organizar, cooperar». Palabras vacías. Sumar es la suma de populistas, lo peor a un lado y otro del tablero político, y de herederos del comunismo, una ideología que ha fracasado en todos los países donde ha gobernado, y que tiene en su mochila millones de muertos y la devastación de las libertades. La única manera que tienen algunos de seguir en política para no volver a la dura vida real.
Si Sánchez se ha movido —eso lo hace mejor que nadie, diciendo una cosa un día y la contraria al siguiente sin ni siquiera sonrojarse— es porque sabe que si los que están a su izquierda no tienen tiempo de organizarse, él, no el PSOE, será la única alternativa «a la ultraderecha», formada por el PP y Vox. «Cuando hablan de derogar el sanchismo, lo que buscan PP y Vox es destruir» ha dicho ya. Ha montado un plebiscito. Cuidado con los pronósticos. Sánchez no da puntada sin hilo, como ha demostrado varias veces ya. Una izquierda fuerte a su izquierda, con tiempo para organizarse, con una líder que tiene buena imagen —aunque nadie sepa qué ha hecho para ganársela y cuál es su proyecto— y con el desencanto de muchos socialistas, podría dar el «sorpasso». Eso y la posibilidad de un deterioro personal durante seis meses ha provocado la urgencia electoral, incluso coincidiendo con la presidencia europea, que sufrirá los efectos de la campaña. A Sánchez no le importa el PSOE ni los españoles ni Europa. A Sánchez sólo le importa Sánchez, incluso aunque los únicos compañeros de viaje, además de Sumar, sean Bildu o ERC. Por eso es el que más rápido y mejor se mueve. Pero cuando no se sabe adónde se va, no se llega a ninguna parte. Veremos.