Cerrar

Creado:

Actualizado:

Una larga metáfora del insomnio. Así describió Jorge Luis Borges, el Premio Nobel de Literatura que Argentina nunca tuvo, uno de sus cuentos más brillantes. Apareció publicado por primera vez tal día como ayer, el 7 de junio de 1942 en el diario La Nación de Buenos Aries, y con el tiempo formó parte del libro de relatos Ficciones.

El cuento, lo habrán adivinado los que han leído a Borges, se titula Funes el memorioso y habla, como le he oído decir a su compatriota afincado en Viñales Eduardo Keudell, de un hombre que no perdió la memoria, sino la facultad de olvidar.

Porque Funes el memorioso, un superhombre, un monstruo, un Zaratustra suburbano, según dijo de él el propio Borges, es capaz de recordarlo todo. Todo.

Su memoria prodigiosa registra hasta el mínimo detalle. Es como un vertedero donde vuelca lo que percibe. Como no puede dormir, no puede olvidar, no puede borrar los recuerdos que no importan.

El Ireneo Funes del cuento de Borges está postrado en la cama debido a un accidente que primero le hizo perder el conocimiento y después, al recobrarlo, le convirtió en algo así como un ordenador humano que siempre está encendido, un enorme almacén de datos de carne y hueso.

Pero Ireneo Funes no sabe pensar. Dice Borges que pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. Y Funes no es capaz de hacerlo. Ireneo Funes es un basurero de datos, de detalles, de recuerdos sin depurar. Sufre hipermnesia, el síndrome del sabio. Su mente es imposible de resetear. Nunca descansa.

Porque Funes es el antienfermo de Alzheimer. El hombre encerrado en una pesadilla. Y en estos días de eterna campaña electoral, de discursos y promesas, de propuestas y pactos, de diálogos y tretas, en estos días en los que la política lo quiere ocupar todo y no se habla de otra cosa, es muy fácil sentirse igual que Ireneo Funes, postrado en una cama, asomado al abismo de la memoria inflada, sin goma de borrar, sin tecla de reset, sin la posibilidad de soñar. Y me imagino qué cuento habría escrito Borges, que nos habla de lo necesario que es el olvido, si hubiera conocido la Inteligencia Artificial; esa batidora de datos que solo hace refritos a partir de lo que ya hemos creado.