Diario de León

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Siguiendo la estela de los padres fundadores —Stalin contra Trotsky—, las purgas de compañeros de viaje han formado parte del ADN de los movimientos comunistas. En España la sufrieron Andreu Nin y más tarde el navarro Jesús Monzón en tiempos de Pasionaria y Santiago Carrillo o el catalán Joan Comorera del PSUC. Practican el cainísmo con fiera determinación. Antaño llevándolo hasta sus últimas consecuencias y hogaño apurándolo hasta la crueldad. Lo estamos viendo en el extrañamiento de Irene Montero. Quien en la mejor tradición soviética, sin explicación alguna, ha decretado su cancelación política es Yolanda Díaz, líder de la plataforma Sumar, el conglomerado de hasta catorce pequeñas formaciones vertebradas alrededor de Izquierda Unida o lo que es lo mismo, de lo que queda del Partido Comunista.

Irene Montero, como ministra de Igualdad, ha acumulado sobradas razones para ser considerada como un activo tóxico en términos de expectativas electorales, pero, como diría un clásico: no son modos y el calvario al que la está sometiendo su compañera de Gabinete no es de recibo. Máxime si tenemos en cuenta los antecedentes que rodean el caso. Yolanda Díaz, que en Galicia ya dio pruebas de ingratitud con quienes la habían aupado en la política (Xosé Manuel Beiras podría contar unas cuantas), está dónde está gracias a Podemos. Más aún, su actual encomienda al frente de Sumar se la debe a Iglesias. Fue el otrora líder y profeta de Podemos quien, en un rasgo de cesarismo del que sin duda está arrepentido, designó a dedo a Yolanda Díaz para encabezar la nueva marca electoral.

Es probable que Iglesias, pese a su renuncia a seguir en el Gobierno, pudiera haber calculado que desde fuera podría manejar a Díaz como de hecho sigue haciendo con Jone Belarra y con la propia Irene Montero. A la vista está que sus cálculos se han demostrado equivocados. Yolanda es comunista y, pese al atrezo posmoderno, sigue la estela de una corriente cuyos líderes históricamente han evidenciado un instinto de poder absorbente y excluyente. La exclusión de Irene Montero de las listas de Sumar en un puesto que pudiera tener alguna posibilidad de conseguir el acta de diputada persigue eliminar a una competidora (Irene Montero fue fundadora de Podemos, Yolanda no) y, sobre todo que se note que se ha terminado la tutela de Pablo Iglesias.

La política es cruel por definición, pero en este caso, el ensañamiento con el que Yolanda Díaz está gestionando la liquidación de Montero, parecería del todo innecesario. Por sus obras les conoceréis. Que vaya tomando nota el personal que la ve tan «fashion».

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