Santos inocentes
Permítame que le distraiga con lo que no son sino anécdotas de precampaña electoral. Lo malo de las anécdotas es que suelen reflejar categorías morales, que ya se sabe que el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones y de pequeños detalles, a menudo propiciados por santos inocentes. La verdad es que, si a veces uno no se indignase, disfrutaría en este país surrealista, en el que las portadas se abren con la designación de un afamado torero, de Vox, como vicepresidente nada menos que del Consell valenciano y, además, conseller ¡de Cultura!, toma ya tauromaquia. O donde se destaca que el delegado del Gobierno en Madrid, un meritorio ‘sanchista’ connotado, se ha lanzado a elogiar, en un concurrido desayuno transmitido por ‘streaming’, el papel de Bildu apoyando la gobernación de España, no como esos ‘patriotas de pulserita’; eso es ayudar a la campaña de tu jefe, sí señor.
Hombre, tampoco está mal que, dentro de lo que es la búsqueda urgente de pactos entre muy extraños compañeros de cama para okupar el poder en los ayuntamientos, los socialistas lancen un llamamiento desesperado al PP para que apoye al candidato del PSC para la alcaldía de Barcelona, con las cosas que se han dicho entre ambos, Dios mío...
Parece que estemos en un 28 de diciembre, con las inocentadas que nos gastan nuestros ilustres representantes, ofuscados, da la impresión, ante las premuras de tanta convocatoria electoral. Y así, los que acaban siendo más inocentes que un cubo son ellos mismos. Pero del ‘hit parade’ de risibles naderías me va usted a permitir destacar lo del inocente Santos. Insuperable...hasta la próxima, claro. El señor Santos Cerdán, inocentemente, se ha plantado ante la Junta Electoral Central para denunciar presuntas manipulaciones en las encuestas que publican determinados periódicos —no otros, menos críticos— y que salen muy negativas para las perspectivas de permanencia del PSOE en el poder.
Por supuesto, los periódicos denunciados, como las empresas encuestadoras, se han partido de la risa, y han llevado esas risotadas, y la comparación con las encuestas no demasiado acertadas del ‘oficial’ CIS, hasta las primeras planas.
Sabemos todos que lo más fácil, y lo más errado, es matar al mensajero que nos trae malas noticias. Y, hasta donde sé —y algo sé— , esos mensajeros van a seguir portando nuevas que al señor que habita en un despacho noble de la calle Ferraz (y a otro que habita en La Moncloa) van a seguir sin gustarles nada: alegar que los trabajos son falsos porque la ficha técnica no incluye la sede social de la empresa encuestadora, que es, por cierto, un domicilio que todo el mundo conoce, es algo más que un sarcasmo o una bobada. Los señores tan serios y rigurosos de la Junta Electoral deben estar tronchándose ante los disparates con los que los partidos, todos los partidos, cada día pueblan de anécdotas chuscas nuestra precampaña electoral. Y así, durante un mes y cinco días que nos quedan hasta el reposo ante las urnas.