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Pintan bastos para el PSOE en las encuestas. La derrota sufrida en las elecciones locales y autonómicas y su consecuencia más visible, el relevo de poder a favor del PP, está configurando un escenario con el que no contaban los estrategas de La Moncloa cuando animaron a Pedro Sánchez a plantear el 28 de mayo como un plebiscito. Plebiscito que perdió. Entre otras razones porque en esta ocasión muchos votantes socialistas le dieron la espalda. Unos optando por la abstención y otros —es la primera vez que sucede—, votando a candidaturas del PP. Algunos sociólogos hablan de 600.000. Nunca, ya digo, había sucedido algo así porque pese a las discrepancias con los sucesivos liderazgos, al final, primaba lo que se conoce como el «patriotismo de partido». Pero la forma cesarista de gobernar de Pedro Sánchez y la postración a la que ha llevado la vida interna del partido le ha hecho perder el apoyo de muchos militantes. Ese desafecto se hace notar sobre todo entre los más veteranos, la generación que vivió con verdadera pasión política y apoyó con entusiasmo los sucesivos gobiernos presididos por Felipe González.

Algunos de los que fueron ministros en aquel entonces critican ahora abiertamente a Pedro Sánchez por su alianza con los separatistas y por haberse dejado arrastrar a posiciones radicales más propias del discurso de sus socios de Podemos. En un acto de homenaje al desaparecido y por muchos socialistas añorado Alfredo Pérez Rubalcaba se escucharon voces críticas respecto de la situación actual.

Sánchez, que en su día fue defenestrado de la secretaria general porque quienes formaban el núcleo duro del Comité Federal desconfiaban de él, consiguió regresar y modificó las estructuras del PSOE para desactivar las instancias internas de control. Ya no hay debates. Se hace lo que Sánchez dice saltándose la opinión de las federaciones como se ha visto estos días en el proceso de elección de los candidatos a los comicios del 23 J en el que ha impuesto a ministros y ministras a los que los propios socialistas no querían como cabezas de lista en sus provincias. Anticipó las elecciones para evitar el debate acerca de las causas de la derrota (el plebiscito fallido) y para obligar a los militantes a apoyarle en nombre el patriotismo de partido olvidando las críticas a la muy cuestionada gestión del Gobierno de coalición con Podemos.

Sánchez sabe que ahora se la juega. Lo que nadie sabe es qué pasará después en el PSOE sí pierden las elecciones.