Mi pijama puede esperar
Me lee mi mujer el programa de fiestas y me pide que seleccione actividades a las que ir. Busqué con la mirada la salida de emergencias. Un año más, me veo obligado a reconocer mi condición de soso de piñón fijo. Nada que objetar a la programación municipal, la culpa la tiene mi reloj interior. En pequeñas reuniones puedo ser locuaz, pero en las medianas y en las grandes algo tira de mí y me engulle un agujero negro. Esto nada tiene que ver con el aburrimiento, sino con mi introversión. No soy un huraño, llevo un musical de Broadway en mi interior y celebro a diario la vida. Pero a partir de las diez de la noche, un puño invisible me noquea. Lo saben en casa y todos mis amigos, lo cuento aquí a menudo. «¿Se declaró usted a su mujer, a las diez de la mañana?», me preguntará mi lectora sarcástica. Otros se convierten en el hombre lobo. Por supuesto, cabeceo sin bostezos. Ahora bien, si se trata de estar con un pequeño grupo de amigos y a hora decente, no encontrarán nadie mejor en el lanzamiento a ciegas de cuchillos, o que se coma con más rapidez su tapa y la ajena. A mi edad, esto mío no tiene ya arreglo. Mi idea de la pesadilla es que cada tres días fuese nochevieja. «Que trasnoche Paquirrín, que está en la edad», alego cuando me insisten. Solo el afecto es capaz de romper la tendencia de mis biorritmos a ponerse pronto el pijama. Las Mil y una Noches no son para este juglar. Marta me dice que lo mío no iba advertido en el manual de instrucciones. Ah, se siente, haber leído la letra pequeña.
Pero como todos somos nosotros y nuestras excepciones, hay una actividad de las fiestas a la que sí iré, aunque fuese a la mismísima hora en la que Drácula se retira: el concierto de Cadena Dial, que incluirá a nuestro Polo Nández, hijo del gran José Pedro Fernández. Esta noche, que le den morcilla al puño invisible que me noquea. Será hoy en la Explanada de los Pendones Leoneses, a partir de las 21 horas.
El domingo he quedado con mis amigos filólogos Juan Matas y José Montero, y a una hora apropiada para brindar por Cervantes, Góngora, Lope y el Siglo de Oro: mediodía. Pero hoy haré una excepción noctámbula e iré muy feliz y despierto al concierto de Polo. El pijama puede esperar.