Carmen Moriyón, médica y alcaldesa
El parquímetro de Aquilino Hurlé que no acepta matrícula de cambio de siglo como animal de compañía, es igual de humillante para el conductor que la alfombra roja al castrismo en el Vaticano para los católicos. El templo de Dios, recinto de rastro dominical y mercaderes; los desheredados, en la cola de infracciones contra la agenda 2030. Miren el pin de colorines en la solapa del interlocutor en vez de fijarse tanto en la pulserita rojigualda de los patrioteros que ni en siete siglos serán capaces de hacer tanto por España como una vida bilduetarra. A ver si Berlusconi tenía razón con la comparación certera del cristianismo y el socialismo, uno por predicar la pobreza y, el otro, por ponerla en práctica. Ya no hace falta preguntarse de qué parte está Europa, Úrsula, digo, y su ejército de funcionarios, no mileuristas, y monos voladores que extienden la política de la ruina sobre todo lo que nos es conocido y amado, en estas alturas de partido, ocupada en adjudicaciones de contratos millonarios para medir las emisiones del pastoreo, que luego disimula con encargos de matanzas masivas de rebaños, según consta en el programa presupuestario con cargo al capítulo uno, el de personal, sus nóminas y prebendas. Lo que sobra es hacer pasar al resto de la masa por gilipollas, en la esperanza de que el día 23 de julio vayan a apoyar lo que diga Soros, o en su defecto lo hagan por correo. Entre tanto, ya pueden disfrutar de lo votado; de lo votado por los gijoneses en una indiscutible mayoría, que pone coto a esa proyección negra y demoniaca de la veinte treinta de la fábula de la movilidad, que resulta la primera gran respuesta social en el contorno. Los leoneses también suman público entre los damnificados por aquel error mayúsculo de los asesores políticos que le dijeron a Carmen Moriyón que su destino estaba en la presidencia del Principado, en vez del Gijón del alma, que siempre predicó con grano. Se anuncia un tiempo de paz para los leoneses que no tienen otra escapatoria que la querencia al pixin, el muro sin cascayu y los caladeros de Cimavilla. Qué lacerante aquel clasismo del tú no aparcas porque eres pobre, que borra con lejía la alcaldesa Moriyón. Luego, que suba el Sporting se dará por añadidura.