Irse por las tramas
Esa tendencia tan largamente asentada en el pp a irse por las tramas decía Casado que él vino para corregirla. Y, claro, se lo cargaron en menos que canta un gallo. Uno, no crean que está totalmente en contra de ese pecado venial de hacer algún dinero en la política: qué incentivo iban a tener si no los tranquilos ciudadanos para presentarse o aceptar un cargo público. Almas cándidas, en este país, hace ya mucho que no las hay. Pero, como todo en la vida, con templanza y cierta medida. Sin acaparar en uno solo trece cargos como le pasaba a Isabel Carrasco. Sin cobrar más que el presidente del país siendo un asesor que sale esquinado en las fotografías de inauguraciones y saraos, como le ocurre a un centenar o más de adláteres en este momento. Lo mismo, por cierto, debió de pensar el gobierno coaligado socialista cuando decidió rebajar las penas por malversación de fondos. Hay quien critica ese «viva el corporativismo», mas yo creo que eso es tratar al pueblo como el adulto que es. Decirle a la cara las verdades del barquero: está permitido robar un poco, sin pasarse, vamos a dejar de pisarnos la manguera entre bomberos. Y ya era hora de que nos considerasen en algo como a personas con criterio y capacidad de gobierno, que últimamente solo nos trataban como a niños, venga a quitar la sal del pan y el azúcar de los refrescos, caca cacota caca, por vuestra salud prohibimos, vais a poneros como toros sin necesidad de gimnasio.
Que los gobernantes vuelvan a tratarnos como adultos, aunque sea a costa de unos milloncejos del ala que alguien tardará poco en distraer —y quien dice poco no descarta que ya hayan volado: «les hemos dado la libertad de hacer uso de sus alas», soltará algún ministre en su exposición de atenuantes a través de Twitter—, habrá a quien le parezca caro, con la inflación que hay y que para tantos ya es carestía. Pues, aun así, uno, sin llegar a aprobarlo, lo aplaude sinceramente. Lo veo como a algunas cosas de la cultura: no un gasto sino una inversión de futuro. Concretamente en nuestra mayoría de edad oficial. Porque nos están diciendo por una vez algo que no es mentira, aunque ya lo supiéramos: que políticamente vivimos en el Patio de Monipodio, aquella sede de la cofradía de ladrones y tunantes de Rinconete y Cortadillo.