León, en el mundo condottieri
El regreso de los condottieri al primer plano de la actualidad demuestra que vale más un párrafo de la barra libre de Maquiavelo que las obras completas de horticultura y gastronomía de Stalin. Los prigozhinólogos se multiplican en las tertulias en las que ya fueron expertos en asaltos al congreso, e intrépidos analistas de la mente para acertar con qué propósito el cocinero del Kremlin puso los tanques rumbo a Moscú; y si Wagner es por el creador de las Valquirias y, en tal caso, los flecos sueltos que deja enviar nazis a desnazificar Ucrania. Ya pasó con el Cid, al que la fábrica de creadores de sentimiento patrio le moldeó una biografía a medida de la épica, para que los escolares en edad tierna y permeable volvieran a casa confortados por todo lo que un guerrero del siglo XI hizo por ellos mientras ponía en pie la patente de moros y cristianos. Los sueños no mueren nunca. Igual, los de Prigozhin eran los sueños del tal Rodrigo de Vivar cuando se volvió sobre sus pasos y cruzó el Cea (todos los castellanos de pro terminan por vadear alguna vez el Cea para dar profundidad a su obra) para poner en un brete a los hermanos del rey, y al propio monarca, que le pagaba a precio de vellón la lealtad y los mandobles de las mesnadas. El vasallaje reglamentado por la ley de contratos laborales se aletargó, como casi todo, en la vertiente del futbol, cuando las súper estrellas vieron que salía gratis besar un escudo que juraron defender desde niños, mientras rezaban el Señor Mío, Jesucristo, después de levantar copas de Europa con el eterno rival. Es el pan de cada día en el Calcio, por el don que tienen los italianos de pasar a sestercios, liras y, ahora, a euros, toda la carga emocional de defender plazas por un jornal. Sin dejarse llevar por el oportunismo del momento, todos conocemos el final de mesnadas que acabaron la siesta en la hamaca del liberalismo sin pagar peajes por abrazar a la ceja feroz, ni antes los principios fundacionales de las juventudes joseantonianas. No extrañe que esos mismos bucearan en los secretos del Cid, en las raíces leonesas, en la sagaz saga de los Flaínez, que soporta un serial en Netflix; lo que lleva a un tío a cobrar un pastizal por algo que otro hace gratis. Hasta dar la vida.