La Pija, la Quinqui y el señor presidente
Que el presidente del Gobierno, ahora que se adensan las disquisiciones sobre qué debates preelectorales ha de haber, con cuántos participantes o dónde se celebran, se salte el guión y nos diga que su intención es dejarse entrevistar en un podcast juvenil, el de ‘La Pija y la Quinqui’, conducido por dos jóvenes que no llegan a los veinticinco años, es algo para hacernos meditar a los periodistas.
Todo está cambiando tanto en el mundo de la comunicación que hasta tiene reflejos en las anquilosadas, inamovibles, anticuadas, campañas electorales. Parece que Sánchez, que es una fuente inagotable de sorpresas, ha captado que algo no funciona en el convencionalismo extremo de mítines, pegadas de carteles (ahora sin carteles), publicidad en banderolas y en los medios y se lanza a conquistar el voto joven -o eso cree él- a través de Tik Tok.
Creo que Sánchez, con todas sus desventajas y defectos, incluso de empatía, entiende el mundo de las nuevas comunicaciones mejor quizá que muchos que somos profesionales de veteranía, ejem, acreditada. La atención de los muy jóvenes, que votan por primera o segunda vez, está centrada en redes sociales nuevas, en el mundo influencer, en medios nada convencionales para quienes nos ufanamos de llevar mucho tiempo trabajando en el campo de la información.
Si le digo la verdad, yo no había reparado en el podcast de la Pija y la Quinqui hasta que supe que Pedro Sánchez, después de recorrer los programas de Alsina, Gran Wyoming, Hormiguero y Ana Rosa, planeaba acudir a los micrófonos modestos de un podcast que tiene decenas de miles de seguidores y millones de visitas mensuales... todos ellos y ellas menores de treinta años, que es donde el inquilino del Palacio de la Moncloa quiere pescar votos para seguir habitando en su actual morada.
Dicen los sociólogos que es en las franjas de población de entre 18 y 24 años, y entre las de sesenta y cinco a setenta y cinco años, donde el socialismo representado ahora por Sánchez tiene más aceptación. Puede ser. Lo que, después de pasar un año recorriendo Facultades de Comunicación por toda España, puedo afirmar es que los temas sobre los que debatimos sesudamente en las tertulias y en las columnas, si la situación económica es buena o mala, si el pacto PP-Vox en Extremadura será sólido y duradero o si Feijoo debe o no acudir a debatir en TVE, importan un rayo incluso a los más dinámicos y comprometidos de nuestros universitarios.
Sospecho que con la Pija y la Quinqui se hablará mucho de los gayumbos del señor presidente, de si le gusta el helado de fresa o si desdeña los consejos del aún ministro de Consumo sobre no comer carne y, en cambio, se tratará muy poco, o nada, de la inflación, de los niveles de paro o de hasta qué punto metió la pata Meritxell Batet asegurando que la mayoría de la gente no tiene problemas para pagar el alquiler.
Es el signo de los tiempos de la Inteligencia Artificial y el metaverso: una carrera de canicas organizada por Ibai Llanos o una pregunta a un destacado político sobre si ligaba mucho de joven o sobre si se cree un guaperas interesa mucho más a esos millones de jóvenes cuyo voto es precioso que el hecho de si Trump acabará o no en la cárcel, pongamos por caso. Olvidados quedan Larra, Chaves Nogales u Oriana Fallaci: es el momento de la Pija y la Quinqui. Y lo peor es que, para la consecución de sus fines, que son básicamente seguir en La Moncloa, seguramente Sánchez tiene razón.