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Antonio Manilla

De León y sus circunstancias

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Creo que nadie disentirá de que en la campaña de las elecciones municipales hubo una inflación de leonesismo, con todos los candidatos declarando su leonesidad y amor al terruño, cuando no mostrando y cantando el pedigrí a quienes les quisieran escuchar. Cuánto empacho. Todos somos de León, contentos de ser de aquí. Sacar el cancionero en los mítines: no creo que haya otra forma más zafia de eludir lo que realmente importaba, la exposición de unos programas originales y novedosos, con propuestas hacederas y no los ensueños y estupideces habituales. Seguramente quedará para los anales esa como lanzada a voleo de hacer de Papalaguinda unas canchas deportivas, soterrando el tráfico por debajo. No hemos soterrado ninguna de las cosas que eran ineludibles y estaban prometidas, seguimos con trenes de alta velocidad a una sola vía y sin integrar su paso por San Andrés —recordemos que nos hablan de tenerlo, y ya se verá entonces, en cinco años—, pero a un candidato a alcalde no se le ocurre otra cosa que plantar canastas de mini-básquet y porterías de futbito en el paseo más transitado de la ciudad, con permiso de la trinchera del tranvía, otra cosa comprometida que tampoco está en marcha ni se la espera. Lo raro es que no fuera un carril-bici lo bastante ancho como para permitir finales al sprint y patinetes haciendo el caballito. Vale.

Volviendo a la idea fuerte que protagonizó la campaña municipal, la alcurnia de ocho apellidos cazurros y el quién puso más en la balanza a favor de esta provincia, habrá que concluir que los votantes no detectaron ningún candidato que destacase sobre los otros. Tachar el castillo de Castilla de las señales de tráfico o erigir esa Parsifalia de la búsqueda del Santo Grial no funcionaron en las urnas. Ni tan siquiera colocar banderas púrpuras en los puentes y pasos de cebra con leones rampantes en el asfalto resultó suficiente para que saliera de los comicios un nítido ganador, alguien no abocado al pacto y a acostarse, políticamente hablando, con otros. Parece que la gente no es tan simple como creen los políticos y ya no se deja deslumbrar con los brillos de las cuentas de cristal y baratijas con que los conquistadores de América embaucaron a los indígenas. A ver si en cuatro años los partidos lo pillan y dejan de hablar tanto de León y lo hacen más de sus circunstancias.