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Lo que vale para España vale también para Europa: la justicia tardía no es justicia. Lo de la lentitud no solo es un problema español. Véase el caso Puigdemont y los otros dos eurodiputados huidos de la justicia, Clara Ponsati y Toni Comín. A este paso los citados («indepes» irredentos) van a perder la inmunidad cuando la legislatura esté terminada (elecciones al Parlamento Europeo, junio de 2024).

Poco recorrido tuvo en su día la retirada de la inmunidad a los tres prófugos por parte del propio Parlamento Europeo, tras una votación de abrumadora mayoría a favor del desaforamiento. Casi el doble que los del no. Desde entonces hemos asistido a un proceloso camino de recursos, cuestiones prejudiciales, más recursos, una reforma del Código Penal, más recursos. Y ahora acabamos de conocer el fallo del Tribunal General de la Unión Europea que confirma la retirada de la inmunidad a tres huidos al rechazar los recursos planteados contra la decisión tomada por la Eurocámara en marzo de 2021.

¿Y qué? ¿Es el fin de la escapada de Puigdemont? ¿Estamos en vísperas de la detención del expresidente de la Generalitat y su inmediata puesta a disposición del Tribunal Supremo, en aplicación de la euroorden dictada en su día por el juez Llarena? ¿Ya es posible que Bélgica, donde ha fijado su residencia habitual, decida finalmente cumplir la orden de detención y traslado a España?

Ni soñarlo. Es en lo único que tiene razón política el independentismo, a juzgar por sus primeras reacciones al conocer la sentencia del TGUE: «La partida continúa», dicen. Claro, saben perfectamente que sigue abierto el cansino juego de los recursos ante una sala de mejor criterio. En ese caso, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea propiamente dicho, que, dentro de la misma institución con sede en Luxemburgo, viene a ser como una segunda instancia del Tribunal General, que es el que acaba de ratificar la retirada de la inmunidad.

Eso significa al menos medio año más. Por no mencionar que, en el cambio de manos del asunto, la perspectiva es mejor para los independentistas, si tenemos en cuenta que en esta superior instancia (la del TJUE), las posiciones del independentismo catalán siempre han salido mejor paradas desde la intentona secesionista del 1 de octubre de 2017.

Alguien ha dicho con singular acierto metafórico que el fallo del TGUE (ratificación de la retirada de la inmunidad) es para España un vaso de agua en medio del desierto. Correcto. Pero desde el punto de vista estrictamente político, puertas adentro, también es cierto que los dirigentes de Junts tendrán que tragarse sus previsiones sobre un triunfo en Europa que no se ha producido. Lo cual no quiere decir que vayan a frenar en su obsesiva campaña contra el «Estado represor». Qué cruz.