Diario de León

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Ya están las ristras de ajos de los hortelanos y hortelanas colgadas de las portaladas. Rosarios de bulbos blancos o morados. Uno de los primeros frutos, después de las cerezas, que se cosecha en las huertas leonesas en pleno verano. Dicen los británicos que España huele a ajo. Y no siempre con cariño. Hay quien odia el ajo por su fuerte olor y sabor, un inconveniente que los antiguos convirtieron en virtud para tejer leyendas de azote al vampirismo y la peste. No es un curalotodo, dice la ciencia moderna.

Tampoco se han hecho estudios suficientes sobre las propiedades nutrientes y medicinales, que las tiene y en abundancia. Es tiempo de hacer acopio de ajos y en León está al alcance de la mano. Los hortelanos de Fresno de la Vega —que se llamó Fresno de los Ajos en la Edad Media— ya tienen todo listo para abastecer las ferias del Ajo de Veguellina de Órbigo y Santa Marina del Rey. Ferias de verano y mercados de kilómetro cero que sobreviven pese a las embestidas que los centros comerciales han dado a la venta directa de productores a consumidores tan tradicional en León.

El mercado que aún se celebra en la plaza Mayor de León los miércoles y sábados se remonta al menos al siglo XIV. Lo mismo que el Khan El Khalili, o Jan El Jalil, el mercado más famoso de Egipto y de Oriente Medio y que es uno de los grandes atractivos turísticos de El Cairo. Aquí resiste al acoso de las terrazas de forma providencial. León, esa provincia que no aparece en el mapa del CIS a la hora de hacer encuestas electorales, ni en la escaleta de los informativos televisivos, aunque venga el rey y se celebre la cumbre que reivindica el germen de la democracia representativa — la Cuna del Parlamentarismo— debe tirar de sí misma y cultivar cabezas que conozcan y amen los viejos oficios y los buenos productos de la tierra. A no ser que pretendamos acabar todos en la Luna. Los sellos de calidad no se pueden basar en mano de obra barata para hacer trabajos que se desprecian socialmente. Tiene que haber amor y conocimiento en la cadena.

El tesoro de sabiduría de las generaciones que se criaron en la tierra debería traspasarse a las nuevas como un legado tan importante como los Decreta, salgan o no en la tele. ¿Qué va a suceder cuándo ya nadie sepa que el ajo fino se siembra por San Martino y en enero, el ajo no debe estar ni nacido, ni por sembrar? ¿O que por San Pedro hay que sacar el ajo y mete el puerro? Es tiempo de hacer acopio de ajos, en las villas marinas de agua dulce de León, bajo la calima del estío que barrunta la tormenta electoral. Tiempo de pensar, reflexionar y mirar con honestidad a nuestra huerta patria y tejer ristras de valores y principios democráticos. Hora de sujetar los palos del sombrajo, que es verdad es que es endeble, y no despeñarnos por el precipicio con todos los derechos de las últimas décadas molidos a palos por la furia ultraderechista que tiene a sus pies a Feijóo. O será tiempo de ajoderseyaguantarse.

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