Diario de León

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Esperanza empezó a recibir llamadas de Dios. Sin necesidad de acudir a la zarza ardiente, ni apariciones a los pastores, que ahora las compañías telefónicas ofrecen cobertura universal y minutos ilimitados, la conferencia sirvió para que la convenciera de que empezase a meter dinero en el banco del cielo. No se trata de un chiste. A razón de 20.000 euros por entrega, que se hacían en un sobre que dejaba en el cajón del comercio de un conocido de la familia, la inversión sumó 290.000 euros porque le «rentaba más». «¿Quién le dice no a Nuestro Señor?», se excusó la estafada, a mitad de esta semana, a la puerta de la Audiencia Provincial. No se rían. Si creen que parece una escena de La vida de Brian, que a ustedes no les podría pasar, que no les timarían de esa manera, recuerden que acaban de votar y que, en menos de 15 días, les animan a hacerlo de nuevo, después de oír las invitaciones con las que los candidatos les invitan a invertir el voto en sus promesas irreales.

Quién le dice que no a la gratuidad del transporte público hasta los 24 años, como ofrece el PSOE, que ya hizo el experimento en León, donde quitó durante tiempo a los revisores de Feve sin que hubiera quién picase los billetes en la mayoría de las estaciones. Quién va a negarse a meter el voto en la urna para invertir en el PP, que promete bajar el IRPF y emplear 44.000 millones para solucionar los problemas del agua para llevarla «donde no la hay», como bien sabemos en esta provincia en la que empezó a bajar canal de Castilla abajo y se llevó la gente. Quién renegaría aquí de que, si obviamos las retrógradas derogaciones de leyes sobre derechos asentados que avanzan, Vox acabe con las comunidades autónomas, mientras disfruta de la vicepresidencia de la Junta y las prebendas del chiringuito. Quién le dice no a un cheque de 20.000 euros de herencia universal para los guajes que apenas quedan censados o a la reducción de la jornada laboral hasta las 32 horas, como ofrece Sumar, aunque en León ese tiempo lo suma en dos días un camarero de los que tienen contrato de media jornada. Quién no descolgaría el teléfono y estaría dispuesto a empeñar el valor de su papeleta, aún a riesgo de perder unas horas de su verano, para poder disfrutar del paraíso terrenal que nos van a pintar con el verbo encendido de sus discursos desde el púlpito que les regala la convocatoria. El cielo en la tierra.

Todavía habrá más en los próximos días. Se vienen dos semanas intensas de llamadas divinas. No descuelguen. Seguro que encima es a cobro revertido.

 

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