Las madres y el lío padre
Cada día, en España, un niño, o dos, es secuestrado por su madre o por su madre. Cada día. No quiere decir que los escondan en un sótano oscuro, y los dejen sin comer y pidan un rescate, sino que no se lo devuelven al padre o a la madre, porque se niegan a acatar la custodia compartida, dictada por un juez. Que no sea un secuestro aterrador, no quiere decir que no desconcierte a los niños, les suma en la confusión y contribuya a que, dentro de un minuto, de dos meses o de un año, necesiten asistencia psicológica o psiquiátrica.
Hasta hace 72 horas el porcentaje de delincuentes-hombres y delincuentes-mujeres parecía una secreto de Estado, que el ministerio de Interior guardaba, como si fueran datos peligrosos. Por fin, ya sabemos que de los más de de 400 niños secuestrados cada da año, las madres son las más entusiastas en pasarse las leyes por el arco materno, en un porcentaje que me parece escandaloso: de cada 100 niños secuestrados, 8 lo son por sus padres y 92 por sus madres. Y no sólo eso, sino que el feminismo talibán —aquí habría que decir «el feminismo de extrema izquierda e izquierda extrema»— denomina a las madres que delinquen «madres protectoras», mientras el modesto 8% de padres son, naturalmente, canallas cuyo objetivo es utilizar a los niños con siniestros fines para hacer sufrir a sus antiguas parejas. Por si fuera poco, en los casos en que los jueces han condenado a una madre secuestradora en más de dos o tres ocasiones, llega el Gobierno de Pedro I, El Mentiroso, y se apresura a indultar a las reincidentes delincuentes.
La situación no sólo es que sea injusta, y ofenda al sentido común, sino que supone una patada a la igualdad, reconocida en la Constitución, y la implantación de una discriminación tan sorprendente como peligrosa. Si lo más parecido a una mujer tonta es un hombre tonto, la semejanza es equiparable en el delito, y lo más semejante a un hombre canalla y sinvergüenza es una mujer sinvergüenza y canalla.
Y se puede ser feminista, vegetariano, lírico y partidario de la pesca submarina, pero proteger el delito, no sobre la base de las leyes, sino sobre la conformación orgánica de lo que hay entre los muslos de un ser humano, es una estupidez provocadora y dañina. Algo así como la madre del lío padre.