¡Maldita sea!...
Pocos viajes habrá más instructivos que el que cualquiera puede hacer sin moverse de casa arrellanado en su sofá y con sólo ir a rebufo del ojo del Tour de Francia , la France, oh lalá. Ningún ojo viajero conseguirá meter en su ávida mirada todo lo que sirve la tele retransmitiendo esta prueba ciclista a pie de carrera o, mucho mejor, a vista de pájaro con hélice y panorámicas negadas al turista más obsesionado en escudriñarlo todo.
Lo primero: Francia se ve verde, muy verde a manta extendida, prado y bosque, monte y vega. Lo segundo: tiene pueblos y lugares insultantemente guapos. Y patrimonio monumental a’sgaya. Y una agricultura que parece de jardinero. Y ríos. Y parques nacionales. Y vacas para que subir a un puerto se haga estampa pastoril en cada revuelta en cuesta. Cierto que la televisión francesa elige bien antes los recorridos y sólo saca lo guapo, ¡buenos son ellos con su grandeur y su Palacio del Ombligo!, pero da igual, tienen a sobrar, se empeñan en lucirlo y ensanchan así su histórico tirón turístico. Hay mucho que ver en ese país vecino del que tanta historia y cosa nos vino aquí para aliviarnos de lo periférico, desde el monacato benedictino que repobló con señorío eclesiástico el Medievo a la Ilustración que nos fue quitando pelo de la dehesa, de la viña bordelesa al lúpulo de anteayer, del gregoriano a Edith Piaf , del gótico a los puentes de Eiffel .
Soy terco cada año con el Tour rogando a los partidos que manden a sus cargos a darse una vuelta por la campiña francesa para conocer -y si eso, adoptar- aquello que allí es lección de cómo ordenar territorio, mantener monumentos y arquitectura popular, cuidar de primor arbolados y carreteras, acotar lo feo industrial o tutelar las tradiciones rústicas y artesanales que ayudan a fijar población impidiendo que se hable ahí de una Francia vaciada. ¿Cómo coños lo hacen?, averígüese. Pero temo que, tras hablar las urnas, unos sólo gastarán el verano en desalojar o huir... y los otros en colar costuras y hacer costurones. Hocicados ahí. No habrá ojos para más. ¡Maldita sea!...