Una huella en el mundo
Tengo entre mis manos la revista que elaboraron los alumnos del CRA Cabrera durante este curso que terminó hace menos de un mes. Son apenas una treintena de niños de los pueblos que van desde Truchas hasta la Baña, esa comarca de montes y valles, tan amplia como vacía, que se esconde en silencio en un rincón de nuestra provincia, allí entre el Bierzo y Sanabria, entre Galicia y la meseta, a la sombra de ese monte Teleno que siempre nos vigila.
Son unos treinta niños en total. Me imagino que, a estas alturas del mes de julio, Noelia, Álvaro, Oleksandr o Jimena se estarán bañando en las pozas de Truchillas o quizás se hayan ido con sus padres a la playa. Se han ido de vacaciones, pero ellos, junto a sus compañeros, dejan un trabajo que trasciende las paredes de la escuela y, aunque quizás todavía no sean muy conscientes, es todo un monumento al patrimonio de su pequeño rincón del mundo. Ahí quedan refranes populares y algunos relatos tradicionales de los pueblos de Cabrera, también las sonoras palabras cabreiresas con las que algún dios creó un día al llobu o la curuxa, a la mustuliella o el xardón. Además, allí nos cuentan cómo llegar a la Cascada de la Fervienza o al monte Picón, si es que este verano queremos acercarnos a conocer un poco más de su bonita tierra. Y, si seguimos pasando las páginas, saldrán a nuestro encuentro las fiestas, las actividades de las que aún viven los habitantes de la comarca o también su folklore. Pocas guías he visto tan emotivas y sinceras como la que han hecho estos niños.
Mientras la contemplo, me ha venido a la mente la visita que hice hace unos años al Museo del Oro de Bogotá. Me llamó la atención entonces que algunos de los carteles, además de en castellano, estaban escritos en multitud de otras lenguas totalmente desconocidas para mí. Rápidamente me di cuenta de que eran idiomas indígenas. Aparentemente, por aquellas salas no se veía a nadie que hiciera uso de ninguna de estas lenguas. Sin embargo, de aquellos textos que me parecían tan extraños emanaba un eco lejano que sonaba al murmullo del Amazonas o al viento que baja por las agrestes montañas del Cauca. Sonaba a esas gentes que representan al pueblo colombiano y en ellos vibraba con fuerza la fuerza de su variedad.
La revista que han hecho los niños del CRA Cabrera es una pequeña huella más en el infinito paisaje cultural del mundo y algo que a todos los leoneses tiene que llenarnos de orgullo. Entre los montes y valles de Cabrera todavía quedan niños que recogen, en sus horas de colegio, algunos de los rasgos de su mortecina cultura, recordándonos la fuerza de nuestra variedad. Algo que, como estamos viendo últimamente, algunos quieren negar a toda costa.