Diario de León

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Según los términos de la Real Academia, un autócrata es «aquella persona que ejerce por sí sola la autoridad suprema de un Estado; se daba especialmente este título al emperador de Rusia». Traigo a colación esto porque compruebo que un documental, que no pudo estrenarse en los cines comerciales por falta de los permisos oficiales correspondientes, está batiendo récords de audiencia en las redes ‘paralelas’, que es donde de verdad se ven y escuchan tantas cosas hoy en día. El documental está dedicado a Pedro Sánchez. Y a mí, que tantas críticas tengo que hacerle al presidente del Gobierno, me parece que es un trabajo sesgado.

Lo importante es, para ir al grano, el título: ¿se corresponde con la realidad? ¿Es Sánchez un autócrata, o un caudillo, como lo calificaba la portada de un libro aparecido hace no mucho y del que es autora, por cierto, una exsocialista furibundamente ‘antisanchista’ y que también es entrevistada en el documental al que me refiero?

Creo, como decía, que es mucho lo malo (y algo lo bueno) que se puede decir del actual secretario general del PSOE y presidente del Gobierno: entre lo malo, que es lo que ahora toca, que es algo trilero, precipitado y desbocado en sus ambiciones, escasamente empático y tiene una tendencia alarmante a no respetar demasiado la letra ni el espíritu de la Constitución. A su partido lo ha transformado en un presidencialismo casi exclusivista. Pero decir de él que es un autócrata es despreciar las estructuras de un Estado moderno y democrático como España. Si los españoles hemos acogido en nuestras urnas a un autócrata, ¿qué clase de sociedad somos?

No: en España hay instituciones, aunque estén debilitadas; hay separación de poderes, aunque cada día se note menos; hay una oposición activa, aunque no esté plenamente reconocida en los usos y costumbres de La Moncloa; hay una opinión pública que se expresa con libertad en la opinión publicada. Pedro Sánchez se ha excedido en algunas cuestiones cruciales para una democracia y en otras no ha llegado. Pero llamarle ‘autócrata’, y menos de la boca de quienes disimulan sus verdaderas identidades políticas, me parece una mera operación propagandística mirando hacia un cambio en el poder.

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