Javier Vélez

El PP oficial —que no es el mayoritario— lleva meses a la gresca con el que nunca fue crítico en un camino hacia la autodestrucción que no se entiende a no ser que en la faena haya más de lo que nos quieren contar. La presidenta, a punto de hacer mutis por la provincia, lleva desde su nombramiento tomando decisiones que han desembocado en el punto de partida del que el PP nunca debió moverse. Fue cuando alguien pensó que había que templar los ánimos de un alcalde que ya no lo es para apaciguar una formación que ya lo estaba. Y en eso llegó Ester Muñoz, que ha demostrado que su carrera le importa no ya más que León sino que la formación para la que trabaja. Ahora, con Margarita —ya advertí de que con ella todo era un acto de fe— a punto de pasar al partido mixto como llamaba Martínez Núñez a sus dos ediles, le queda el camino expedito a José Antonio Diez para hacer y deshacer a su antojo. Ayer repartió comisiones y cosas, la tela, para entendernos, que ya saben que los políticos llegan a servir(se). Alguno, de vez en cuando, debería hacerse las preguntas de un obrero que lee, ya saben: ¿A dónde fueron sus constructores la noche que terminaron la Muralla China? Pero ninguno mira más allá, no ven qué ocurre en el mundo ni preguntan por cuantos trabajan para mantener el tinglado sobre el que levitan.

Eso es lo de menos. Así que Javier Santiago Vélez está a punto de demostrarles a todos que él si sabe que los reyes no acarrean las piedras, que está más que feo llamar y advertir desde los escaños del Senado, del Congreso o de las Cortes, que para exigir hay que dar ejemplo, que los alcaldes de pueblo de los que nadie se preocupa pero son los que guisan el banquete del triunfo sólo te creen cuando saben que tú tampoco tienes red.

Ahora, cuando el PP está a punto de dar Villablino a Mario Rivas , el PP mayoritario, que no es el oficial, votará a sus últimos tres diputados para la Diputación y logrará el pleno. El 10 de agosto todo volverá a su ser. Hagan juego, pero apuesten al negro.