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Mientras el leonesismo sea de unicornios y dulzainas, de agravios y pendones, pienso que nunca irá mucho más allá, en resultados electorales, de lo que ha conseguido en los comicios recientes. Más que nada porque los leoneses que están fuera votan sobre todo en donde pacen y a los que permanecen aquí les ocurre como a los oyentes de Luis del Olmo: que se vuelven letalmente mayores. El único nicho de crecimiento posible es hacerse adultos como formación: optar por un proyecto nítido, ideológicamente definido más allá de la queja continua, con sus líneas de fuerza, capaz de competir bien a derecha, bien a izquierda, con alguno de los partidos mayoritarios nacionales. Todo lo que no sea eso es quedarse en la fase de movimiento social, que ha servido durante ya demasiado tiempo para crear conciencia —más no se puede crear: no hay un escudo de Castilla que no esté tachado en la señalética de las carreteras provinciales— pero no para llevar de las musas al Congreso y al Senado las reivindicaciones leonesas.

Aunque resultara fallido en las urnas municipales, el camino emprendido por formaciones claramente polarizadas en sus planteamientos políticos allende de la defensa de lo local, como Alantre, demuestra que ese paso al frente ya se percibe por los más preclaros como una necesidad. Parece innegable. Es eso o un abundar en el pragmatismo simplón de las opciones tipo Teruel existe. El «Por León» o el «Lexit» son como el «Primero América» de Donald Trump: una cortina de humo detrás de la cual no sé sabe si hay algo más o simplemente no existe nada.

Los pactos y componendas entretejidos en lugares de resultados ajustados tampoco ayudan lo más mínimo a comprender cuáles son las intenciones de futuro del leonesismo. Creo que casi todos estaremos de acuerdo en que lo que no dictan las urnas con claridad se negocia en los despachos, pero casi nadie entiende la disparidad de criterios que se ha aplicado desde el famoso Consejo General de la UPL. O se entienden demasiado: no ha existido más criterio que el de lidiar cada localidad como un toro, el Consejo no ha tenido nada que aconsejar porque carece de planteamientos ulteriores, para ese viaje sobran las alforjas. No creo que tenga un pase ni siquiera en las localidades pequeñas, como argumentaron: ha sido una ocasión perdida de comenzar a definir su espacio político. No tienen que cambiar de convicciones, sino vestirlas.

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