Diario de León

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El Bierzo de don José es ahora un volcán rojo en medio del noroeste acojonado por las políticas de la Unión Europea, y de la Moncloa que sostienen a pachas ex terroristas y ex socialdemócratas, que jalea esa Cataluña grande y libre, que nos da de comer a todos. Del voto del camina o revienta del pasado domingo, se deduce que la aspiración mayoritaria de Carracedelo está más cerca de correr delante de los grises por la alerta antifascista que de la esperanza de derrocar la dictadura de la agenda 2030 que se respira por Riaño; que el viento que agita el Pajariel tiene más de Tramuntana que del nordés suave que resulta ser el único alivio común de esta periferia triste que los romanos birlaron a los astures. Hay mucha gente que está de acuerdo en que los valles leoneses del Esla o del Torío le entreguen cada día cabritos en tributo al oso o al lobo, y vacas al altar de la diosa carnicera Ursula von der Leyen. Por aquí no asomó ni Planas, que se viene a tablas después de la casquería que preparó la última primavera. Mientras salía a flote el recuento del método Indra, en esa otra noche de julio que parecía de final de septiembre, con el ajetreo en la cartería a modo del US Postal en misión de rescate de lo que queda de Al Gore, y la pesadumbre financiada votaba lo que le mandan en las teles de los jerarcas italianos, en la sede del PP leonés se apagó la música de la discoteca que invitaba a la rave del éxito total por ganar el trofeo Carranza del Senado cuando estaba en juego la champions en la Carrera de San Jerónimo, con Negreira, Roures y toda la jarca: no estamos todos, falta Ponferrada, la hoya berciana, y de Toreno, para arriba, sin tierra para el romero. Si hubiera sido por el nuncio de Maduro, Cabañas habría logrado hace dos meses tres mayorías absolutas, Demetrio sería premier y en La Bañeza harían coincidir la fiesta de la Rosa con la exaltación de la alubia. El Bierzo de la pinza con Castilla ya sabe que la política del siglo XXI tiene que ver con caminos de servidumbre que Barcelona interpreta desde que cedió el Raval al tumulto. Entre las mil teorías sobre la suerte de la lotería, se impone esa que obliga a pensar en grande, porque la miseria no es buena ni para pedir. De poco les sirvió a Rueda y Mañueco la cumbre en esa su Hendaya de circunstancias.

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