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El parque Nacional de Picos de Europa , declarado originalmente como Parque Nacional de Covadonga, y la gran joya medioambiental de la Cordillera Cantábrica, cumplió el pasado 24 de julio 105 años. El abuelete de nuestros parques nacionales —fue el primero que se declaró de los 16 que actualmente forman parte de la red nacional— pasa últimamente demasiado sin pena ni gloria, quizás porque ahora le toca compartir protagonismo y recursos con el parque de Guadarrama, y Madrid tira demasiado. Una buena manera de celebrar estos 105 años hubiera sido con la inauguración del centro de visitantes de Posada de Valdeón, al que ya se podría llamar el proyecto ‘maldito’, por la cantidad de trabas que ha tenido que superar, y porque su apertura no es una todavía una realidad para un valle que lleva treinta años reivindicando su puesta en funcionamiento.

Su construcción se anunció en 2001, después de años y años de pelea por parte de Posada de Valdeón, que hartos de ver como el turismo se lo llevaba la vertiente asturiana, atraídos por sus centros de visitantes, reclamaba el que sería el primero de la zona leonesa.

Las obras por fin comenzaron en julio de 2014, un año antes que el de la Fonseya, en el vecino municipio de Oseja de Sajambre que lleva abierto ya desde 2019.

Se preveía inaugurar el centro de Posada en el centenario del parque nacional, en el que sería uno de los muchos actos que se programó para tan importante efeméride, pero nada. Cinco años más tarde, y con las obras ya acabadas, nada se sabe de la inauguración, que se iba a producir este mes de julio, pero que la sorpresiva cita electoral dejó nuevamente suspendida. Las elecciones han pasado, y julio va camino de ello, y tras julio llegará agosto, y después septiembre, y Posada de Valdeón verá pasar un verano más delante de sus narices sin que se ponga en marcha su ansiado centro de visitantes con el que empezar a capitanear el turismo en Picos de Europa.

Esperemos que el Parque Nacional siga cumpliendo años tan espléndido como es, pero que lo haga al unísono con los compromisos políticos adquiridos con este espacio protegido, cuya singularidad es su recurso más preciado y también el menos valorado.