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Otra vez vuelve la burra al trigo verde. Y la izquierdina, a su guirigay de ombligos, a la disensión usual, al yo distinto... y así no deja solo al PP en desavenencias internas (¡¡Áááyúúsó, Áááyúúsó!!). Y ahí va la ministra Belarra a lo suyo. Ni esperó a afearle el triunfo a Yolanda Díaz en la misma noche electoral. Quiere mantener el trono bajo el culo y sobre su cabeza el dedo de señalar y disparar. Su partido, Podemos , exige ahora al Psoe estar en toda comisión de negociar pactos, colocar ministros en el futuro gobierno y ser ellos (tesela del mosaico Sumar con cinco diputados que mascan venganzas y reparación) quienes elijan a sus representantes como diciendo «si lo quieres, lo tomas; y si no, lentejas» (hagan apuestas a que intentarán resucitar a Irene Montero para desagraviarla del patíbulo al que la subieron; no lo conseguirán, pero se emperrarán, no dejan de citarla como víctima sacrificial; y la herida supura). En la Noche de la Sorpresa se parecían demasiado las caras de triunfo estreñido de Feijóo y de estreñimiento triunfal de Belarra, el uno con su interruptus y la otra con sus resentimientos comparativos.

Así están las cosas. Y entre los chantajes de Puigdemont (a los que sumará lo suyo Rufián Esquerro para no perder más pelo vergonzante en su gatera indepe) y la hijuela que reclama Pableras en su sombra altanera, la cabeza del Psoe (y más aún la de Perrito Sanxe ) va a necesitar una carretilla de ibuprofeno, si es que no arde cuando la bauticen con esas brasas encendidas de los imposibles presupuestarios y los órdagos nacionalistas. Problemas fuera. Problemas dentro. Muchos problemas para encolar el futuro barco gubernativo. De ahí que insista Peláez en que no habrá otro modo de salir del colapso pedigüeño que convocar nuevas elecciones. El muy terco se empeña en su agorería. Vamos a una segunda vuelta , dice, ¡como los franceses!, ¡un avance!, ¡un orgullo!: fait votre jeu, messieurs , hagan juego, señores (y señoras)... y así se ganará una batallita en la guerra estéril contra la dictadura de una ley D’Hont que atornilla desigualdades.