Moscas
Estos días pasan para mí como pasa cualquier día de verano: una máquina de segar, unos largos en la piscina, algunos libros.
Ya se sabe que los días y las noches del verano se hicieron para el hedonismo. Que si los rayos del sol pellizcan la piel, que si la grasa crepita al tocar el fondo de las barbacoas y hay hogueras que alumbran conversaciones triviales. No hay rutina ni trabajo que pueda con su fuerza. Corros de jóvenes pasan las tardes olvidando que el tiempo existe. Suena el estruendo de los cohetes de las fiestas, huele a ajo, a sexo. Las sombras se alargan, interminables, cada tarde.
Es el tópico del verano: el amor, la vida. Parece que nada más importa.
Por eso, quizás, tienen las noticias un eco lejano. Nos hablan de elecciones, de pactos, de posibilidades. En los bares luchan los televisores contra el alboroto de los niños.
Una de estas tardes, viendo caer el sol junto a mi padre, pensaba en la actualidad. La actualidad, que dicen.
Para mí la actualidad es que está todo lleno de moscas, dice mi padre. Está todo lleno de moscas, no hay quien las aguante.
Mientras dice esto, todavía huele a hierba cortada. Frente a nosotros, crece el lúpulo, los chopos agitan sus hojas bajo la brisa. Por la carretera pasan unos niños en bicicleta que van hacia el pueblo y sus voces llegan apagadas hasta el porche donde estamos sentados.
¿Gobernará Sánchez? ¿Encontrará Feijoó los apoyos necesarios para hacer valer la mayoría obtenida? ¿Será necesario repetir las elecciones?
En los pueblos del Órbigo, sigue discurriendo el verano. No queda mucho para que sea la Fiesta del Lúpulo y la Cerveza, en Carrizo. Algunos artistas han hecho del lavadero de Villanueva un lugar de exposiciones. Hay carreras ciclistas, hay gente como no la hay en todo el año. La piscina fluvial de Cimanes, la de Llamas. El verano en el Órbigo.
La actualidad pasa frente al porche en el que estamos sentados. El sol va cayendo. El verano pasa como han pasado todos los veranos desde siempre, como un canto al momento, al calor del sol sobre la piel.
Mi padre golpea la mesa con un matamoscas. Dice que no sabe qué pasa este año, pero que esos bichos están realmente insoportables.