¡Vaya vacaciones!
Unos estaban a punto de recoger todo lo acumulado en cuatro años y otros tenían ya la mudanza preparada hacia las «eróticas» estancias del poder. Todos habían intuido que este año se quedaban sin vacaciones, pero unos pensaban que era para subir a los cielos y los otros penaban porque se iban a pasar un tiempo mendigando trabajo. Lo que no imaginaban ni unos ni otros es lo que ha acabado pasando. Algunos piensan ahora en otros cuatro años con coche oficial y dinero para repartir a diestro y siniestro —perdón, sólo a siniestro—, y los otros en llorar por las esquinas. Eso pasa también por vender la piel del oso antes de cazarlo, que mira que es viejo y no se lo han aprendido todavía.
Feijóo anda haciendo números para ver si hay una posibilidad por remota que sea, que lo es, mientras algunos ya andan paseando el fantasma de Ayuso por los despachos de Génova. No aprenderán nunca. Sánchez ya está recibiendo las ofertas de casi veinte partidos a los que lo único que les interesa es eso de «qué hay de lo mío». Y «lo mío» es qué tajada vamos a sacar. Los de Sumar andan ya repartiéndose ministerios, mientras los de Podemos intentan cortarle las alas a Yolanda Díaz, la traidora que los vendió y ha tenido un mal resultado. Pero hay otros trece partidos de la coalición que esperan su parte del botín. El PNV ya ha dicho que no quiere ni siquiera hablar con el PP, talante democrático, porque sabe que a la izquierda le puede sacar más y mejor, mientras compite con Bildu para ver quién es más independentista y menos españolista. ERC y Junts se convocan a un frente común para ver quién se aprovecha más de Sánchez, pero la llave, de verdad, la tiene Puigdemont, fugado de la justicia, para el que la Fiscalía del Supremo, esa en la que dijo mandar Sánchez, ha pedido al juez que dicte una orden de busca y captura contra él. Todavía le vemos llegando en avión, recibido con honores en Barajas y con Sánchez haciéndole la reverencia. No lo descarten. Eso sí, cuando pasen las vacaciones, y Sánchez regrese de La Mareta, si hay Gobierno, empezarán las luchas. Porque no hay nada más imposible que un Gobierno formado por veinte partidos a los que, ya lo he dicho, sólo les interesa sacar tajada y a los más influyentes, España no sólo les importa un comino, sino que les molesta.
En cuanto al Rey, vaya papeleta. Primero volver a ser desairado por ERC y Bildu que no acudirán a las consultas porque «no somos súbditos de la monarquía» como ya dijo Rufián en 2019. Y ya veremos si Junts quiere que su contacto con el Rey sea el propio Puigdemont, que no es descartable. O escuchar al PNV diciendo que no pueden apoyar a la derecha española, cuando son la derecha de Neguri de toda la vida. Luego escuchar a Feijóo decir, probablemente, que quiere intentar la investidura aunque sea imposible. Y, finalmente, a Sánchez, diciendo que sólo él es capaz de aglutinar a todos con «su idea de España» y cediendo lo que haya que ceder. Y don Felipe tampoco podrá preguntar si, de verdad, Sánchez se fía, de todos esos compañeros de viaje y a los compañeros de cama —recuerden lo de Podemos— si se fían de Sánchez. Y Europa mirando entre la sorpresa, el desconcierto, la incertidumbre y la caricatura de España.
Puede que no haya Presupuestos, que las cesiones tengan que ser inasumibles —o que se asuman, que es peor—, que peligren los fondos europeos, que el Consejo General del Poder Judicial no se renueve hasta dentro de una década, que no se puedan hacer los ajustes que exige Europa, que Sánchez tenga que arreglar muchas de las cosas que iba a dejar en herencia perversa al PP. O que, lo que es más que probable, que en unos pocos meses volvamos a otras elecciones que, a lo peor, dan el mismo resultado o muy parecido.
Si pueden, váyanse cuanto antes de vacaciones. Sin pensar en nada más que en disfrutar en lo posible y coger fuerzas para lo que viene.