Diario de León

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Madrugar sólo por el placer revolucionario de que el día te encuentre sentado en el peldaño de piedra de la entrada al llegar a levantar al pueblo. Dejar todo para después, menos las cosas que nunca parecen importantes y siempre quedan para más tarde, arrastradas por lo urgente que no puede esperar. Aguardar el reclamo de las esquilas por las guiarse hasta los puertos donde se apacientan los rebaños herederos de las leyendas de Babia. Desandar el camino, perderse en la espesura y encontrar en los líquenes de los robles las pistas del norte en el que se recortan las brañas ganadas al monte. Amorrarse en los manantiales que paren anárquicos en las laderas para engañar a la sed, varar la bota en el arroyo con una piedra y sacarla después para que se despeñe el Prieto Picudo en la garganta. Conceder las tres estrellas Michelin a la hogaza con un taco de chorizo y unas raspas de queso cortadas con la navajina del Afilador, después de subir hasta la caseta de Pico Cueto. Comer tarde por costumbre, reivindicar la sobremesa como derecho constitucional y enredarte en los recuerdos que se redefinen cada vez que los compartes con los amigos de siempre porque ellos no olvidan quién eras tú, ni perderán este agosto el recuerdo de Foxter. Echar la siesta en el escaño para ganancia de los fisioterapeutas. Perder al tute. Ganar al mus. Tirar con la bici para arriba sin más destino que el que desvele la vereda. Reñir un gol en mitad de la era, pero sin que valga tirar a trallón . Volver a ver Cuenta Conmigo la tarde que llueva y, al salir, cerrar los ojos para emborracharse del petricor que purga el ambiente. Meter la cabeza dentro del curso alto del Curueño para que un relámpago helado te comunique las sienes. Asomarse a un concejo para comparar con lo que dicen que se llama democracia. Peinar con las pupilas los marallos que dejan en el cielo de Luna los surcos de las Perseidas. Procesionar con la Virgen de Pruneda. Honrar a San Roque. Seguir las señales de los carteles fosforitos con letras gigantes que avisan de dónde hay fiesta de prao . Desafiar a la orquesta a que no mete el camión en la plaza. Rogar que pongan una de Los Suaves en la disco móvil. Guardar el equilibrio del vaso en la barra. Poner el morro para arriba para que no se arrame . Aguantar hasta que amanezca por miedo a que fuera un sueño. Ganar el tiempo que luego pensaremos que habíamos perdido. Vivir. Verano.

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