Que la Xunta hable chapurriao
Llega la Xunta a colonizar territorio berciano por la vía de fala ceibe, ese conglomerado que es sólo uno pero que da más guerra que los telefoneros de las compañías de móviles en la siesta. Que de toda la vida, en El Bierzo se ha hablado el chapurriao, que no es leonés ni gallego ni dios que lo fundó, que es berciano —otra vez—, que qué tiene que ver con O Barco todo nuestro Shangri-La, tan bello que parece imposible. El oro de Roma.
Y llegan los de Galicia a reirse de nosotros, cuando no los de Asturias o los que están al este del Edén, el nuestro que ya no saben cómo dejarnos tranquilos. Y entre PP y PSOE —ahí tienen al simpar Olegario, que acumula sueldos como los niños piezas de Lego— están a punto de convertir la comarca en la tierra más maltratada de Europa. Duele ver hasta qué punto desde Madrid y Valladolid desprecian a la décima provincia de una comunidad que tendrá que buscar encaje en la nueva España federal.
Con el territorio a punto de ser sepultado —energías limpias mediante— en una montaña de níquel, coltán y muerte, sin una salida ferroviaria que le permita convertirse en la capital agroalimentaria del noroeste, con los representantes paniaguados con regalías para que no olviden cuál es su papel y la sanidad carcomida por el desinterés y la usura económica ¿Qué futuro?
Recordarán el Bronce de Bembibre, un edicto con el que Augusto concedía una serie de privilegios a los susarros por apoyarle en la guerra. Pues susarros son todos los políticos —por supuesto Coalición del Bierzo y, también, Tarsicio Carballo— que llevan a costa pipis cuarenta años mientras los paisanos vislumbran su transfiguración hacia la nada.
Ahora están a lo suyo, a lo de siempre, a arañar el pesebre a cambio de lo que sea mientras idean el enésimo truco de ilusionista con el que hacer creer que aún tienen palomas que sacar de su chistera. No es magia, es una plaga.