La realidad del lobo en un censo
La Junta de Castilla y León aborda desde el año pasado la elaboración del último censo regional del lobo, el tercero que se hace sobre la especie en la comunidad, y que se repite cada diez años. Se trata de un trabajo muy esperado y que aportará una información que ahora mismo es fundamental en la guerra abierta que mantienen Castilla y León y el Gobierno central —Suárez-Quiñones y Teresa Ribera— desde que la especie fuera declarada, ya van a hacer tres años, especie protegida en todo el territorio nacional al incluirse en el Listado de Especies de Protección Especial, lo que impedía su caza de inmediato, así como cualquier control poblacional, por mucho plan de gestión al que estuviera sometida la especie.
Esta polémica inclusión, para la que no se tuvo en cuenta el voto negativo de comunidades como Castilla y León, Asturias, Cantabria o Galicia, ha mantenido en un constante fuego cruzado a ambas administraciones, innegociables en sus posturas.
Por un lado, las comunidades loberas, que concentran el 95 por ciento de la población nacional, defienden que la situación del lobo es insostenible, con una proliferación de la especie que avanza hacia otras comunidades como Madrid y con un aumento de ataques al ganado, y de sus correspondientes indemnizaciones, inasumible, pero que hasta ahora no han conseguido cifrar.
Por su parte, desde el Gobierno se mantienen firmes en su postura de «al lobo ni tocarle» con la contundencia de unos datos que constatan que el lobo se da por extinguido ya en comunidades como Andalucía, donde dicen que no queda ni un solo ejemplar.
De ahí la importancia de estos censos oficiales, con los que por fin se podrá una cifra a este tira y afloja sin sentido que mantienen las administraciones, y con la que por fin conoceremos la realidad del lobo, una realidad con la que podamos dar respuesta a muchos de los problemas que presenta la especie, como es el caso de la difícil convivencia de con la ganadería, o a los motivos que han hecho que no se constaten ya mandas en Andalucía. Espero que no se caiga en ese error tan recurrente de plantear una gestión por comunidades, como el lobo no tuviera patas, y no fuera un alma libre que corre y corre sin saber de fronteras territoriales.