Sin lecturas indigestas
En verano, pese a los calores, quienes aún leemos… leemos más. Aquí es donde mi lectora centenaria salta: «Estoy leyendo Achuché en una era al hijo de la tonadillera, muy bueno ¿lo ha leído?». No lo tengo aún previsto. Ya en junio hago siempre dos listas, una con libros que tengo por leer y otra con aquellos a los que no les hincaría el diente ni si la guarnición es buena. A partir de cierta edad, en verano no hay que correr riesgos innecesarios; ni saltos del trampolín, ni bañadores de tres tallas por debajo de la tuya… ni lecturas indigestas. Si quiero autocastigarme, hago estiramientos. En estos días, estoy leyendo —de segunda mano— la correspondencia entre dos grandes: Menéndez Pelayo y Rodríguez Marín; en 1905, en varias cartas de este a su amigo y maestro le escribe sobre la situación de penuria en la que se encuentra, pues ha perdido la voz y ya no puede ganarse el sustento con la abogacía. Las editoriales y periódicos le pagaban poco, tarde y mal. Me ha conmovido este inesperado —para mí— blues de don Francisco, al que uno creía de economía estable. No sabemos nada, ni siquiera de quienes creemos saber algo; y menos aún sabrán en un futuro, ahora que ya no escribimos cartas, sino correos electrónicos. Sin rastro en papel, nos diluiremos.
Supongo que la centenaria lectora de antes volverá a la carga: «Y si no lo ha leído, ¿cómo sabe que no le gusta Achuché en una era al hijo de la tonadillera?». Vale, touché, pero tampoco a usted le ha mordido nunca un cocodrilo y sabe que no le apetece probarlo. Algunas cosas las sabemos por ciencia infusa. Por ejemplo, en septiembre, estrenarán la nueva película de Woody Allen y sé ya que me gustará. Julio y agosto, sois buenos meses, pero tratad de superar eso. En verano, algunos seguimos leyendo y agradecemos el fresquete que viene a socorrernos, tal 7º de caballería. También, aprovechamos para darle un empujón a lo que estamos escribiendo, pues nuestros libros no se escriben solos; y, pese a esto, siempre hay quien te espeta: «¿Puedes escribirme algo rápido? No es necesario que te esfuerces mucho». Entonces, en vez de hacerle una llave de judo, vas y le regalas tu ejemplar de Achuché en una era al hijo de la tonadillera. Ah, se siente.