Diario de León

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Que la energía verde la pagan los pobres no es un hecho sino una maldición. Son los niños de cuatro y cinco años del Congo y del resto de África e Hispanoamérica cribando cobalto, litio, coltán y demás mugre para construir los coches eléctricos, los aerogeneradores y las placas solares con las que los países de Europa se creen que contribuyen a parar el cambio climático mientras una simple pira de muertos en India nos da la perspectiva de la contaminación global. Sin ir más lejos, Japón va a empezar a expulsar al mar todo el agua radioactiva de su tsunami nuclear que, según los expertos, será irrelevante para el conjunto de los océanos. Níger se ha convertido en la prueba más evidente de que no es que lo estemos haciendo mal sino muy mal. Que sus habitantes saquen las banderas rusas dice muy poco de la actitud con la que los occidentales siguen tratando al continente meridional (para nosotros). Reconozco mi profunda ignorancia, pero todo hace pensar que el corazón de las tinieblas sigue en la oscuridad, que las verdaderas intenciones no son las que contamos, que poner un rascacielos aspado en el cielo de León no nos sale gratis, ni desde el punto de vista ético ni económico.

No oímos a la izquierda hablar sobre la posibilidad de recortar esta escalada de la nueva economía sucia que mancha las manos de los de abajo y las conciencias de los más privilegiados en un viaje a ninguna parte del que saldrán beneficiados los de siempre.

Esquilmar recursos del Tercer Mundo —ahora que el Tercer Mundo ya no existe—, envidar en una partida de Risk a tres en la que los espectadores desconocen los rostros de quienes apuestan nuestras almas, consumir material pecaminoso para que los políticos y sus lobis tengan algo por lo que cobrar en Bruselas no es más que una muestra de la mentira en la que vivimos. Lo que importa por este norte del mundo es lo que cada uno pueda sacar en este juego mientras evitamos mirar a los que de verdad pagan el espectáculo que nos esconden para que no veamos la pesadilla. Y eso que aún hay luz.

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