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La realidad histórica más evidente que refleja la película  Oppenheimer , cuando se cumplen 78 años de la decisión de Estados Unidos de lanzar las bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki para poner fin a la Segunda Guerra Mundial, refleja una evidencia que todavía lastra a Europa. Casi todos los científicos que conformaron el núcleo duro del desarrollo de la bomba, incluido Albert Einstein, que la película parece exonerar, proceden de otros países. Entonces y ahora, el éxodo de los mejores cerebros, que abandonan sus orígenes por las guerras y los conflictos políticos y religiosos, ha sido a lo largo de la historia una fuente de conocimientos y productividad para Estados Unidos, que en su corta historia, utiliza muy bien las estrategias políticas para acaparar talento aprovechando la escasez de recursos y oportunidades de otros territorios en crisis.

La estrategia hoy es la misma. La alertada «fuga de cerebros» empobrece a los países, que se quedan sin el único músculo productivo capaz de hacer crecer una economía cada vez más precaria, no sólo en España sino en todo el mundo. Cada vez hay menos jóvenes, los que están en edad de producir y reproducir, una debacle económica y poblacional que empeora con los años ante unas administraciones indolentes incapaces de reaccionar ante lo que se viene encima.

España pierde capacidad productiva y músculo joven para trabajar. Ante esta situación la apuesta política parece ir encaminada a aumentar la edad de jubilación de los que ya trabajan, una decisión conservadora y corpolacista que tapona la entrada de savia nueva en las empresas y expulsa a la juventud deseosa de encontrar un hueco para arrimar el hombro. Hombro que acaba a cientos de miles de kilómetros para mover la economía de otros países. Y mientras tanto, aquí, damos saltos de alegría porque el turismo, olas de calor mediante, sigue creando empleo mientras cae el sector industrial. De seguir así, lo que se nos viene encima es morrocotudo.

La cada vez más artificial y menos inteligencia ha hecho una lista de los pueblos más feos de España. Si no fuera por lo lamentable de la lista daría risa. Resulta que la mayoría de esos pueblos son los más industrializados de España. Es paradójico que esta inteligencia impostada identifique industrialización con feo. Si eso es así, ojalá hubiera en España más pueblos feos, sin que eso signifique que en absoluto esté de acuerdo con esa relación.

En este Día Mundial de la Juventud solo cabe una proclama. ¡Jóvenes del mundo, uníos! No os dejéis vencer por el desánimo, sed parte activa y reivindicar la construcción del futuro que queréis, un imperativo para el desarrollo del potencial intelectual y emocional de las generaciones futuras.