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Le van a poner a la Variante de Pajares una guagua en forma de trenecito para salvar la vida a los viajeros en caso de un accidente en el AVE a Asturias. Ya decía el presidente de la Diputación en el acto del domingo en Gijón —glups— que se podrá viajar en noviembre con todas las medidas de seguridad. Se le olvidó añadir que en este tercer mundo español las vidas no valen tanto como en otros, todo eso a cuenta del Corredor Atlántico y más pamplinas que los señoros de la provincia sacan a colación cada vez que no saben qué decir para no decir lo que deben.

Así que sí, viajar a Oviedo va a ser como antes —y antes son los años cincuenta— cuando había que hacer transbordo en Venta de Baños para llegar a San Sebastián (aunque creo que ahora sigue pasando lo mismo).

Los manantiales, los que Adif no quiso mirar para que no le aguaran la fiesta, hacen imposible que los viajeros salgan en caso de accidente porque se enfrentarían al Niágara reconvertido en robo y podrían ahogarse antes de morir quemados, con lo que la cosa está en que los vagones estarán siempre como Cassandra, como testigos de la posibilidad convertida en certeza.

Sólo me pregunto si en la próxima fiesta de hermanamiento, todos acudirán al ágape en AVE o preferirán no correr riesgos y auparse a través de la Rampa de Pajares, que a este paso no podrán jubilar.

Para coronar el acto, el presidente de la Diputación regaló dos ejemplares de los Decreta de León a los asturianos. No sé si tomarlo como el recochineo final o el principio de lo que puede pasar a partir de mañana como la protagonista de la espantá más grande que se recuerda tenga un voto más que Javier Santiago.

Así que, sí, que desde sus nuevas responsabilidades, dice, que ya son ganas de hablar en hipérbole cuando todo sigue igual que hace cuatro años, una guagua sobre raíles es lo que nos tienen preparado para el futuro, el próximo, que es el único al que aquí podemos aspirar.