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Viste, querido Paulino -tú, mejor que nosotros por mirar ahora desde ese más arriba al que fuiste para reencontrarte con el entrañable Pepín que te fue como un hijo-, que el sábado subió tu familiar gente (Charo y Marta, las primeras) y la gente moza de Genicera (comandada por su presidente vecinal Alberto Fierro), hasta el puerto de Sancenas, tu verania merinera tantos años, porque quisieron plantar allí tu nombre en acero para que tu memoria perviva siglos junto al chozo que alojó tus madrugones y tus sueños cuatro mil noches, chozo que yergue aún su estampa sin que la inclemencia o el desuso le muerdan la belleza arcaica con que aún nos emociona al seguir viéndote junto a él atendiendo a las paridas, dando de comer a los mastines cuyo caudal genético protegiste (Félix, de la Canina, también allí, no deja de encomiarlo) o desollando el cordero con que tu inagotable generosidad facturaba una de tus insuperables calderetas, y auxiliado por tu leal escudero Cándido careando al rebaño, el inolvidable y enjuto extremeño de mirada azul que hacía cantar al carea Perico (curiosa su filosofía de a peón: «lo bueno de ser esclavo es que todos los problemas son del amo»). Fue una jornada memorable, mañanita de sol piadoso sombreada de nubes borreguillas para no fatigar la pindia ascensión que exigió el auxilio de caballerías transportando el aparato albañil y la pesada plancha de acero en la que iba tu nombre y tus armas, zurrón y cacha (primorosa obra del maestro forjador bañezano Javier Cenador), recordando cómo tenías tú que aparejar con tu único brazo la ingente impedimenta sobre la yegua que te era el único transporte en aquellas trochas de peñasca viva y resbalón probable. La campa alta de Sancenas tiene hoy otra cara, pulula el escobedo que tú ramoneabas para retechar el chozo y aquello lo pasta ahora una yeguada de ciento y más cabezas. Ya no hay ovejas y está mudo el puerto de esquilas y zumbos. Sin esa música su sinfonía natural schubertiana queda incompleta. Pero ahora has vuelto allí y tu recuerdo lo reconstruye.