Diario de León

Creado:

Actualizado:

No hay demasiados idiomas que se entiendan en cualquier parte del mundo. La evolución de las culturas nos llevó a la Babel de las palabras y a una divergencia tal que el movimiento de cabeza que en un lugar es afirmativo, en otro significa negación. Entre las pocas cosas que todo el mundo comprende perfectamente y sin ningún tipo de restricción está la violencia. Es un lenguaje universal. Sin malentendidos. Rige entre nosotros desde el tiempo de las cavernas y, aunque no está demasiado bien vista, por razones que a todos se nos alcanzan, es obligado reconocer que ha servido a los intereses de la humanidad con lealtad y franqueza.

Otros recursos que hemos inventado en pos del buen entendimiento colectivo son menos directos o más enrevesados. La diplomacia, por ejemplo, es juez para la paz: vale para finiquitar o dirimir conflictos cuando, aunque se hable el mismo idioma, no se alcanzan acuerdos o persisten las diferencias. Pero la diplomacia no sirve cuando de anexionarse un país o adquirir unos pozos de agua hablamos: la propiedad tiende a no atenerse a negociaciones y, cuando anda la soberanía de por medio, tampoco se aviene a transacciones, aunque se planteen siguiendo estrictamente las leyes del mercado. Curioso concepto, por cierto, el de la soberanía: los estudiosos dicen que no nace hasta que lo hacen los estados, pero las tribus bárbaras ya sabían perfectamente lo que era poner una pica en Flandes, defender una plaza conquistada y sobre quién recaía la majestad. Hasta las iglesias, en principio partidarias de la concordia y la hermandad, entendieron que, llegados a cierto punto, se avanzaba mucho más deprisa en la consecución de sus objetivos quebrando voluntades mediante la hoguera que con disputas teológicas y catequesis. Y es que otra característica de la violencia es que, además de universal, resulta rápida. El amor también es un lenguaje universal, entendido en todos los pueblos, pero individual, sin expresión colectiva. Los países no se aman, aunque se aprecien o se envidien hasta el odio.

Ni que decir tiene que no estamos defendiendo la violencia más allá del mero razonamiento. Hoy está desterrada del libro de estilo con que se escriben las relaciones entre las naciones civilizadas. Pero no hay que pecar de inocencia y pensar que todos los estados son tan educados como los nuestros, al menos ahora, que antaño ninguno dejó de tener sus guerras, conquistas y descubrimientos.

tracking