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¿Qué es lo que he hecho?», se preguntaba el todavía presidente de la Federación Española de Fútbol (FEF), Luis Rubiales en una discurso vergonzoso ante una asamblea fiel que le rindió un mayoritario aplauso tras presentarse como mártir de un «falso feminismo» y puso sobre la víctima el foco de todos los dedos acusadores. «¿Qué es lo que he hecho?», dijo Luis Rubiales no entiende qué está pasando, acostumbrado como está al poder, al dominio y la soberbia. Como otros muchos rubiales de la vida, se encuentra desorientado, no comprende por qué a un jefe como él, que tiene todo el poder, se le cuestione un «pico» a una subordinara, un beso que él entiende consentido en un momento de euforia. Rubiales no lo entiende porque está acostumbrado a controlar la situación, a hacer de su capa un sayo, a que el silencio sea el estado predominante a su alrededor en cada una de sus acciones, a resolver con dinero u ostracismo las diferencias. No entiende la reacción social y se presenta como víctima para justificar un «pico» en la celebración oficial del mayor logro del fútbol femenino, una proeza de un grupo de mujeres que desde la infancia han tenido que sortear y soportar comportamientos de los rubiales de la vida con los que se han encontrado por el camino. «Fue consentido», insiste sin entender nada. Y ese es el otro gran problema. Los rubiales del mundo que campan a sus anchas consideran que sus deseos son compartidos. Él quiso dar un beso que vende de buena fe y lo dio. ¿Qué problema hay? Y como suele ocurrir en el relato de libro de primero de machista argumenta que ella lo consintió e incluso exige que salga y lo defienda. ¡Con lo que yo he hecho por ella! pensará en su mundo de egocentrismo delirante por el que quita peso al esfuerzo de las campeonas e insiste en el campeones. ¡Cuánta mezquindad! En su cabeza no cabe que, como jefe, en un acto oficial delante de millones de personas, en un acontecimiento mundial con cientos de cámaras, jamás, nunca, nunca, tuvo que desear ni preguntar, si es que fue así, si podía dar un «pico». Jenni Hermoso no tuvo capacidad de reacción y la coloca en el punto de mira, la empuja a desmentir, a que reaccione como él quiere que lo haga, una estrategia para volver a dominar la situación. Ya es hora de que lo entienda. Y de que lo entienda también Luis Enrique, el entrenador del PSG, que no se pronuncia escudándose en una gestión «sobresaliente». Pues ya está todo dicho. Una buena gestión, si es que es así porque lo desconozco, ya justificaría para los que piensan como Luis Enrique, todo lo que ha pasado. Realmente no entienden nada.

Confieso que deseaba que Rubiales no dimitiera porque esa reacción le hubiera hecho partícipe activo de su futuro. Es mucho mejor que sean la ley y las normas futbolísticas las que le expliquen con contundencia qué es lo que ha hecho. A ver si así lo entiende.

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