Diario de León

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Conviene, por muy oportuno, brindaros hoy aquí este espacio, admirada sor Juana Inés, para que vuestra pluma-pincel vuelva a retratarnos recordando lo que mañana querremos de nuevo olvidar en esta patria varona que sigue siendo de rubiales (¡y sigue!), rufianes y rufilanchas. Vuestro es este sitio y la aportuna voz:

Hombres necios que acusáis

a la mujer sin razón,

sin ver que sois la ocasión

de lo mismo que culpáis:

Si con ansia sin igual

solicitáis su desdén,

¿por qué queréis que obren bien

si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia

y luego, con gravedad,

decís que fue liviandad

lo que hizo la diligencia.

Con el favor y el desdén

tenéis condición igual,

quejándoos, si os tratan mal,

burlándoos, si os quieren bien. 

¿Cuál mayor culpa ha tenido

en una pasión errada:

la que cae de rogada

o el que ruega de caído?

¿Pues cómo ha de estar templada

la que vuestro amor pretende

si la que es ingrata, ofende,

y la que es fácil, enfada?

¿O cuál es más de culpar,

aunque cualquiera mal haga:

la que peca por la paga

o el que paga por pecar?

Queréis, con presunción necia,

hallar a la que buscáis,

para pretendida, Thais,

y en la posesión, Lucrecia. 

Pues ¿para qué os espantáis

de la culpa que tenéis?

Queredlas cual las hacéis

o hacedlas cual las buscáis. 

(Tres siglos tienen estas redondillas que hoy se suscriben sin tacha. Nacida mejicana de ascendente español, sor Juana Inés, monja jerónima, amó el saber, la ciencia y la música. Escribió mucho, hasta en nahuatl, lengua indígena. Quiso ir a la universidad vestida de hombre y su madre lo impidió. Clamó públicamente por el derecho de la mujer a la educación. Profética.)

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