Diario de León

Creado:

Actualizado:

Entre los muchos motivos por los que Rubiales se ganó a impulso puro el irse a la puta calle, primero, y después a la cárcel mediática con la perpetua no revisable, jamás figuraría como única o principal razón ese beso a la futbolista Hermoso que, a fuerza de ruido y manoseo, se ha convertido en un beso espectacular (en el mundo del espectáculo vivimos) o en beso galáctico si se usa la terminología furbolera viendo su repercusión internacional. ¿Acabará ese beso exonerándole de tantas corrupciones, negocios opacos, mamandurrias, fiestorros despelotados, dictaduras clientelares y artes mafiosas como las que acumula en su hoja de «servicios» este pájaro algo lechuzo en cuya cara se empadrona una chulería desfachatada y provocativa que pide guantazo sin atenuantes?... ¿Hay que resignarse a que, como culebrón de verano, no lo haya mejor y más rentable, aunque el principal foco informativo que hoy debería ocupar a este país sea la sigilosa o siniestra componenda política con la que ahora mismo se hornea la futura desgobernación de España o, lo más probable, una repetición de elecciones en la próxima cuesta de enero que esta vez será de bajada camino de algún precipicio?...

Cierto que el escándalo brinda a todos opinión categórica o patíbulo a medida, haciendo aflorar otros problemas como el machismo latente o patente en la malparada condición de la mujer en el deporte, cuya igualdad profesional o salarial es objetivo lejano sólo alcanzable cuando lleve a la grada algo más que a la familia o incondicionales y proporcione el mismo volumen de negocio, porque eso, y sólo eso, es lo que se juega ahí, la pasta, nadie se engañe; lo deportivo nunca pasa de la cancha de instituto. Pero viendo inundar este triste episodio todo ámbito social, incluido el gubernativo/judicial, es de prever alguna desproporción o embarre, como el improbable juicio por un delito de violencia sexista (¿se aceptará así?) cometido en otro país. Eso debió sopesar el chulesco Rubiales, cuyo todo discurso se resume en tan sólo un ¡oooole mis huevos! Y viene mierda. Mucha.

tracking