Diario de León

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Pensaba yo en mi paseo matutino en aquel mote prodigioso que se usa en El Camino de Miguel Delibes para definir a ese profesor que tenía un tic nervioso que le hacía, de vez en cuando, torcer la boca como tratando de morderse la oreja. Le llamaban en el pueblo El Peón «porque anda de frente pero come de lado». Me llevó la risa en pensar en lo injusto de que esa novela no tuviera una adaptación al cine y a pensar, porque en eso consiste divagar mientras se pasea, en qué actor sería el ideal para interpretar al tierno profesor peón y, de paso, a completar el reparto de la que fue la tercera novela de Delibes, publicada en 1950 y ambientada en la España rural de la posguerra. Quién podría darles vida, encarnar, a Las Guindillas, El Tiñoso, El Herrero.

Tras el paseo y la divagación, decidí investigar y descubrí que, efectivamente, sí hay una película sobre esa novela tan emocionante dirigida por Ana Mariscal en 1963 y con participación activa del propio Miguel Delibes en la translación al cine de una de las mejores novelas del escritor vallisoletano. ¿Por qué no era más conocida? ¿Por qué no había llegado a mis oídos hasta ahora? Afortunadamente en una plataforma había una copia y pude verla en cuanto llegué a casa. Mi sospecha de que quizá no había transcendido porque era mala se vio demolida. Es una obra maestra, tan tierna y dura como el propio libro y rodada con tal sequedad por la directora que ni siquiera elude las moscas que, insistentemente, hacen cameos en los ojos, frente y boca de los actores mientras dicen sus diálogos. Seguí divagando en esa, para mí, desconocida obra y descubrí cómo la censura del franquismo, una vez vio la película rodada consideró que, si bien la había autorizado, debía hacer lo posible porque no mucha gente la viera y restringió su estreno a algunas capitales de provincia excluyendo Madrid y Barcelona retirándola de cartel en cuanto pudo. No fue hasta avanzados los 2000 cuando alguien decidió incluir la única copia de la película que había en la Filmoteca Nacional en un ciclo de cine español hecho por mujeres que se iba a proyectar en el Festival de Cannes. Cuentan las crónicas de entonces cómo la gente se puso en pie y aplaudió al terminar y la obra pasó a ser de culto porque ya no podía ser otra cosa. Conste aquí mi culto tardío pero ya eterno, no se la pierdan y gracias, doña Ana.

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