Edificar con prejuicios
Advierten los analistas que la sociedad española salida de la pandemia ha cambiado alguno de sus registros de hábitos, costumbres y comportamientos. No dan aún con las claves que lo expliquen, aunque sí advierten algunos síntomas. Hablan, desde luego, de que se ha acentuado un cierto nerviosismo bajo el que subyacen algunas formas de violencia, verbal especialmente. Nerviosismo a flor de piel, dicen. Creo que el hecho es fácilmente constatable siguiendo simplemente las informaciones que nos ofrecen los medios. Esa violencia verbal tiene una clara visualización en el ámbito político, que acaba reflejándose, casi por mímesis —la ejemplaridad nunca sobra—, en la sociedad del casi todo vale. No digo, por favor, que sea consecuencia, pero sí que alguien lo entiende como justificación.
La oleada de las recientes elecciones viene a confirmar, entre otras cosas, además de una polarización enconada, que no es posible, en todo caso difícil, edificar con prejuicios. Y es que se han convertido en moneda corriente el insulto y la mentira. El primero, grueso, despiadado y sin ningún límite. Desde los atriles y algunos medios: hay una emisora convertida en una máquina engrasada de fabricar insultos, dislocados y vergonzosos. Desde la impunidad y ese odio que crece como la hiedra. Y la mentira, casquivana y amoral, que encuentra en el alto calibre las malas intenciones y el descrédito ajeno. Todo parece servir como método de destrucción. Erre que erre, cada cual quiere registrarse en la lista de los grandes disparates en esta obscena diáspora de la realidad.
Uno empieza a tener claro lo que algunos apuntan en sus reflexiones: la muerte de las ideologías, y los partidos como refugio de quien no la tiene y cementerio de los versos sueltos. Solo importa la fe ciega, la sumisión. La mirada al panorama más cercano deja señales de no pocos intereses, capaces de atropellar a cuanto aparezca en los caminos… Y es que lo primero es lo primero, evidencia marianista que no necesita despejar muchas incógnitas. El problema de edificar sin prejuicios es edificar sobre las arenas de la playa. Y así nos edificios no parecen tener el futuro asegurado.