Diario de León

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Los políticos no son extraterrestres, no son muy diferentes a nosotros, ni mejores ni peores, aunque muchas veces cueste pensarlo. Si nosotros estuviéramos donde ellos están, es posible que tuviéramos las mismas tentaciones, cometiéramos los mismos errores y nos comportáramos como ellos. Cuando entran en «la política» muchos, la mayoría, se transforman, sufren un síndrome de alienación, dejan de tener pensamiento crítico propio, esconden el sentido común y solo atienden las órdenes del que manda, que es el que les pone o les quita de las listas, el que reparte cargos y prebendas y al que se exige lealtad perruna. Obedeces y callas, aplaudes con fervor y olvidas críticas y desacuerdos. Los líderes difícilmente aceptan las críticas ni a los discrepantes. Los partidos no son una democracia. Ya no hay «corrientes internas». Sólo sumisión al que manda, eso sí, sólo mientras manda, Luego si hay que acuchillar el cadáver, se hace sin remordimientos y hasta con saña.

Pero ¿qué sienten los políticos, cuáles son sus sentimientos? Es difícilmente explicable la aversión, por no decir el odio, que, a derechas e izquierdas sienten unos y otros respecto al contrario. Que el PNV no quiera estar en ningún sitio con Vox, es explicable, a pesar de que ideológicamente están entre sí más cerca que el PNV de Bildu, por poner un ejemplo. Junts es tan derecha o más que el PNV, Vox o el PP pero su verdadero enemigo es ERC porque es quien le discute el poder en Cataluñ. En Sumar, los enemigos están también dentro y no fuera. Los odios entre Yolanda Díaz e Irene Montero son mayúsculos. Pero junto con el PSOE, donde la discrepancia no se atreve a existir, están dispuestos a unirse a todos y ceder lo que sea, trapacear tramposamente para modificar la Constitución o lo que sea necesario para seguir en el poder.

Parece que los políticos que nos gobiernan o que aspiran a hacerlo viven instalados permanentemente en el cabreo, la ira, el rechazo, el enfrentamiento, la división, el descuartizamiento del contrario. Y parece que lo disfrutan. Quienes se comportan así, insultan, se saltan las leyes o las retuercen en beneficio propio, no eligen a los mejores sino a los que siempre obedecen.

Tiene que haber, la hay sin duda, otra forma civilizada y eficiente de hacer política.

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