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De los besos de morro que me robaron en esta vida (y no llegan a media docena), dos vinieron de boca masculina y, más que piquitos, fueron besazos. Naturalmente, uno tenía que ser de un ruso para quien besarse en la boca dos varones es también de lo más natural en su cultura como quedó iconizado con el que le dio Brezhnev a Honecker. El otro beso fue de un nicaragüense, un joven festivo, culto, aromatizado en Old Spice y fraile que al tomar hábito se acogió a derecho y cambió su nombre,  Cairo René , tan exótico y de relato cortomaltés, por el de José María, ¡¿?!, un vulgar Josemari, Josema o Chema, un puto Pepe, ya le valió.

Pero el que quiero contar hoy es el besazo del ruso; el otro ya tendrá su día; enjundia y circunstancia no le faltan. Lo primero, el sitio: salida de la discoteca  Bianco , tres de la mañana, septiembre 1986; y el nombre del ladrón, pues de robo se trataba, Alexander, bailarín de Moscú que aquella tarde fue pareja de  Maya Plisétskaya  en una memorable actuación en el pabellón de deportes con los ballets del Bolshoi y el Kirov de Leningrado, gala que organizamos entre cuatro (ahí Moncho mandó) sin arruinarnos en el empeño. Por la noche se ofreció generoso tentempié en el hostal de San Marcos. Maya aguantó diez minutos y se fue a la piltra tras regalarle un sombrero maragato. Y como había piano en el salón, la coreógrafa ilustró el aire en modo blues, pero se le pidió caña y la cosa se animó, Lin Tirador se vino arriba incitando al baile y se armó una guapa. Por seguir la fiesta urdimos escapada al  León la nuit  con media docena de artistas, incluida la estrella del Kirov, Luva Kunakova, y el Alexander, cuyo beso retenido agradeciendo infinito la insólita juerguecilla dejó pasmado al portero de la discoteca; «ha sido la mejor noche en España», dijo. Pues vaya. Al filo de las cinco regresamos al Hostal y... ¡gran susto!, en la puerta nos esperaban bajo llovizna y con cara feroz los dos comisarios políticos. ¿Os pasará algo? A Luva y a mí, nada especial, dijo Alexander, pero estas bailarinas no vuelven a salir de Rusia en veinte años. Y aquel beso lo coleccioné.