Diario de León

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Ayer me crucé con un marroquí que iba hablando por el móvil por la calle, supongo que antes ya nos habríamos cruzado otras muchas veces por el barrio. Pero ver y mirar no son lo mismo. Esta vez, le miré. ¿Quién no se cruza a menudo con ellos? Suelen ir por parejas o en grupo, siempre con un móvil en la mano. Pero, en efecto, esta vez fue distinto. No le percibí como una sombra anónima. No podía saber con quién hablaba, pero sí comprendí de qué: del terremoto. Ignoro su idioma, pero pude leer en su gesto. No fue una sombra que pasa. Una vieja regla de la seguridad callejera dicta que no debes mirar a desconocidos, pero lo hice y sentí el pinchazo de la fraternidad y de la vergüenza. ¿Por qué necesitamos la tragedia para sentirnos hermanados con los demás seres humanos? ¿Es acaso el dolor un lenguaje más universal que la alegría? Supe de qué estaba hablando porque lo visualicé como prójimo. Era joven, luego tendrá padre y madres, abuelos, tíos. amigos… mucha gente a la que llamar, muchas personas queridas o conocidas por las que interesarse. ¿Sin el terremoto habría advertido su presencia, o habrá seguido siendo una sombra anónima que pasa? A veces, cuando el móvil lleva horas sin sonar le bromeo a mi mujer: «No nos llama nadie, si nos llevasen ahora los extraterrestres n la Tierra tardarían siglos en advertir nuestra ausencia». En este caso, es solo un poco de humor conyugal… pero a veces tu ironía más socarrona lleva dentro algún jirón de verdad. Ah, la vida… ¿comprenderemos algún día, antes de marcharnos de ella, siquiera dos o tres de sus pequeñas lecciones de amor?

Ya en la cama, en la oscuridad del cuarto, le das vueltas a todo. Es la edad, dicen. La otra noche me despertó el estruendo de la tormenta golpeando mi ventana, ¿me estaba pidiendo que la dejase entrar? No lo hice, pero me quedé dormido escuchándola.

No somos sombras en la calle, o no deberíamos serlo para nadie. Un terrible terremoto ha desgarrado Marruecos y lejos de su tierra un marroquí, que representa a todos los seres humanos, llamaba por el móvil a los suyos. ¿Tuvo buenas noticias o no todo lo dolorosas que pudieron haberlo sido? Ojalá. ¿Cuántas veces me habría cruzado con él y solo vi a una sombra? Ya no.

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