Diario de León

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Convenida la sombra de la marmota como unidad equiparable a la vara de platino iridiado del metro, pero para medir en este caso el bucle temporal, León se queda atrapado en el tiempo en espera de que alguien reviente el despertador de Bill Murray. Con el sol por encima de su cabeza, el bicho ha visto recortarse su silueta más allá de la entrada de la madriguera y se ha retirado de nuevo a esperar que escampe. La resolución de los procesos electorales, anunciados en la primavera y el verano como oportunidad para el cambio, se ha quedado a la vuelta de este septiembre en la repetición de un escenario en el que todo continúa como estaba: en el Ayuntamiento de la capital, en la Diputación, en la Junta permanente donde se había adelantado un año el gatopardismo y hasta en el Gobierno que se anuncia desde Waterloo. Con la excusa de tener que cambiar algo, el nuevo curso político se repite.

El retorno se consagra en la resistencia del PSOE leonés para presentarse como un ente ajeno a la marginación de Moncloa con esta provincia. El mantenimiento lo anclan además las decisiones dislocadas de la UPL, por omisión en el Ayuntamiento de León y por acción en la Diputación, por las que se les exigirá responder con mayor responsabilidad aún que quienes ocupan los sillones de mando. Pero no se escapa al resultado el abandono deliberado del aparato autonómico del PP para que la ruina de la provincia se convierta, en el medio plazo, en un rédito que capitalizar, echar en cara al socialismo y despeñar a los leonesistas. La desidia ha conseguido que la formación popular leonesa se convierta en un partido caricaturizable en los Monthy Phyton, con un frente Popular de Judea y un Frente Judaico Popular, tanto en el consistorio como en el Palacio de los Guzmanes, que han evitado que toda posibilidad de negociación de gobierno con los leonesistas, exhibida para la galería, quedara condenada de antemano al fracaso. Aunque les queda como contrapoder Ponferrada, donde la Junta de Mañueco promete una lluvia de millones para que se vea cómo premian a los obedientes.

La sombra de la marmota política se extiende, sin cambios. Salvo en la Cultural, donde al fin este verano han logrado un fichaje que ilusione a la afición: el de Felipe Llamazares por el Racing de Santander.

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