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Sin pinganillo no hay Tour; pobre Lance, si no, camino de la gloria que olía a patíbulo aquella siesta en la que Ullrich decidió abortar el golpe definitivo y perdonarle la vida a un verdugo que no parpadeó cuando tuvo la ocasión de decapitarlo. Sin pinganillo no hay JFK, ni todo el serial jolywoodense dedicado a llevar al presidente hasta el Air Force One, mientras el resto del mundo se come el apocalipsis. Con un pinganillo bastaba para darle palique al de estudios centrales en todas esas tardes de los domingos que desembocaron en un penalti, en el minuto de juego y resultado, en el dale, Manolo, en el empate en la Gaunas, ahora que la voz de Pepe Domingo Castaño ya es inmortal. Con un pinganillo, más o menos sofisticado, se puede dar la vuelta al mundo, mientras se calcan las instrucciones al pie del dictado del que maneja la táctica, ya sea comisario de estupefacientes, ministro de la presidencia o capo en el ambiente. En otro momento relevante de la historia, el pinganillo se adueñó de la oferta turística del Loira, de las estancias anacrónicas de Fontainebleau, en los salones sin pared del Hermitage, las palabras huecas de los impresionistas muertos, los discursos troquelados de los autócratas comunistas que decoraban el fondo en blanco y negro de los documentales. El pinganillo tuvo un prestigio y una función social antes de acabar como desecho de tienta al lado del sillón azul que se hizo famoso por recostar el bolso de la vicepresidenta cuando Mariano decidió abdicar del mandato de igualdad. De aquellos barros, estos lodos. No crean que lo de ayer fue por generación espontánea, lo de llevar hasta la boca lo que antes no eran más que puntadas en las espinillas del Estado de derecho. No faltará gente ociosa dispuesta a interesarse por el soniquete en vascuence contemporáneo sobre el León que le faltan cien mil personas desde que sembraron el bulbo de régimen del estado autonómico; por encima del actual mapa político, y de las sedes en las que los paganos deben depositar sus impuestos para gloria de las nuevas clases del privilegio político. Se traduce al español, lo que permite que Pachi López, que anticipó el triunfo de UPL en Cistierna, pueda entender la ruina territorial de España.