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El titular destacado en la edición digital de este periódico afirmando que matar una rata puede suponer hasta 18 meses de cárcel a no ser que sea en defensa propia, es una de las muchas cosas que resultan por lo menos «sorprendentes» de la nueva Ley de Bienestar Animal.

Después de dar ya demasiadas vueltas y demasiados palos de ciego, este texto normativo que nace para protege a mascotas y animales, entrará finalmente en vigor este 29 de septiembre tras su aprobación después de meses de debate, pero no todas las normas pactadas se harán obligatorias en esa fecha. El seguro obligatorio y el cursillo posponen su entrada en vigor.

Pero como ya he dicho alguna que otra vez, esta nueva ley pone el foco, a mi juicio, sobre la amenaza equivocada, ya que genera nuevas exigencias y cargas sobre todas aquellas personas que tienen mascotas, espantando con toda esta nueva carga burocrática a todas aquellos adoptantes en potencia, y facilitando que muchas personas se planteen dejar de tener animales en casa.

Lo vi bastante claro ayer, cuando acudí a la clínica veterinaria a comprar unas pastillas para desparasitar a mi perra. Delante de mí estaba una señora que tenía en sus manos un buen número de cartillas que no pasaban desapercibidas. Pronto aclaró que este que tiene veinte gatos en casa, todos ellos recogidos de la calle y a salvo de una muerte segura en la calle. «A todos ellos los tengo dados de alta, con su cartilla sanitaria, y viven como príncipes conmigo en casa, me siguen a todas partes», contaba orgullosa. Luego se lamentó de que esto —para ella— se iba a acabar cuando entrara en vigor la nueva ley «esa de los animales». Me explicó que con veinte gatos no iba a poder afrontar los gastos del seguro obligatorio, del chip y todas las exigencias que «voy a tener que asumir», se lamentaba, al tiempo que «imploraba y expresaba su temor a que se los quitarán un día y se los sacrificaran», cosa que veo improbable, ya que va en contra de la propia naturaleza de la ley. Pero en cierto modo, esta mujer tiene parte de razón. Van a ser muchas las personas que cuando vean un animal abandonado miren para otro lado pensando en lo que les viene encima. Todos, creo, menos ella, que marchaba diciendo: «si nos los cuido yo, quién lo va hacer, ¿la ley esa?, no creo»...