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La energía del futuro son los datos. Los datos moverán el mundo. Los algoritmos y las aritméticas matemáticas en combinación con la capacidad de los grandes equipos informáticos impulsarán el movimiento humano, que ya llega tarde en la adaptación de los derechos humanos a la era digital. La transición energética no podrá ser sin la utilización de sistemas de inteligencia artificial. Todo pasará y se resolverá —ya pasa y se resuelve— en este ‘cuarto mundo’ que está creando la mano del hombre a pasos de gigante, pero todavía sin transparencia, equidad, rendición de cuentas, fiabilidad y responsabilidad. Igual que el clima cambia y las especies se adaptan, nuestra sociedad también evoluciona y con ella las leyes y los nuevos códigos que permiten interpretarla. «En ciencia prima la máxima de que si se puede hacer se hará», me contestaba el actual director de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC, Salvador Macip, doctor en genética molecular, a una pregunta sobre la inmortalidad en una entrevista publicada en este periódico. Y luego apostillaba: «La cuestión es para qué». En el para qué está la clave. Nadie puede llevarse a engaño. Todos los grandes avances de la humanidad tienen una cara oculta. Con el uso de la Inteligencia Artificial generamos contextos que evolucionan más rápido de lo que podemos reaccionar y obliga a una mayor demanda de recursos energéticos. El Instituto de la Ingeniería de España (IIE) alerta de que una consulta en ChatGPT, un  chatbot  desarrollado por OpenAI consume tres veces más energía que la misma pregunta hecha en el buscador Google. Concretamente, una cantidad parecida al consumo de un hogar medio en España en 23 años, según informa el portal Tic de Europa Press. Cuanto más complejos son los modelos de Inteligencia Artificial más energía consumen tanto de electricidad como de agua que se necesita para refigerar los servidores. En el contexto actual de emergencia climática cabría preguntarse el para qué que el científico Salvador Macip se planteaba en relación con la inmortalidad humana. ¿Puede el planeta permitirse el consumo de tal cantidad de energía? y ¿para qué se utiliza?.

Los malos, para entendernos, cabalgan en el salvaje oeste de este nuevo mundo que está por conquistar. Y no son precisamente lentos. El denominado malware de la Inteligencia Artificial no podría llevarse a cabo sin que los malhechores de este nuevo mundo roben identidades e incluso los cuerpos, como ha ocurrido con el caso de las niñas de Almendralejo. Un terreno abonado para el acoso, la difamación y el engaño. Los protocolos para prevenir los abusos de cualquier tipo llegan tarde y cuando llegan quedan inmediatamente obsoletos incapaces de reaccionar a los nuevos contextos generados por la Inteligencia Artificial.