Conservas
Veo, sobre la encimera, los tarros de cristal y unos paños de cocina. Hierve el agua. Hay un borboteo en la olla que se mezcla con el sonido del televisor y sus noticias. Y siento que, si cerrara los ojos, podría ver que esas manos que ahora abren un grifo, que pelan un tomate, que cierran con energía uno de esos frascos, no son las de mi madre sino las de mi abuela en otros tiempos, otros tiempos en los que cada uno de esos rituales cotidianos eran tan parte de mí que ni siquiera era capaz de reparar en ellos.
Hace algunas semanas hablaba con Javier Emperador sobre tradiciones. Quizás una fiesta de verano, con un vaso de vino y un trozo de empanada entre las manos, fuera mejor momento para hablar del calor del sol y de la alegría, y también de la gente que nos rodeaba. Pero acabamos hablando de eso, de lo que son las tradiciones. Javier acababa de dar una charla sobre esa indumentaria tradicional de la que tanto sabe, y una merienda compartida había convocado a mucha gente frente a las escuelas del pueblo.
–La tradición ha muerto, ya sabes. En estas cosas mías, en la ropa, en los bailes, lo que queda es recreación histórica. Hay revoluciones que han roto un hilo muy antiguo que venía desde la infancia del mundo. Quién sabe. Quizás en esta cocina donde se van acumulando frascos de pimientos asados, mermeladas de frutas que nos ha regalado este final de verano, salsa de tomate o avellanas y nueces, lata esa tradición que Javier y yo echábamos en falta. Una costumbre anclada en lo doméstico, alejada de los manuales y los programas de festejos. Una tradición del clan familiar que busca conservar la fruta y la semilla durante el invierno, una pausa, tan solo una pausa, en el ciclo de la vida y de la muerte.
Así comenzamos el otoño. Hasta un paseo entre los robles busca su escondite en la cocina, en el calor de la chapa y en el crepitar del fuego que consume la madera. Sobre la encimera quedan esas setas que encontramos en el bosque, que hicieron de la capa de hojas muertas su sustento para aparecer vivas ante nuestros ojos y recibirnos así, mientras nos inclinamos hacia ellas ofreciéndoles sin misericordia el filo de nuestra navaja.
En esta cocina nuestra sigue borboteando el agua, se cierran frascos de cristal y, en el fondo, la televisión abre su ventana al mundo. Y allí fuera pasa lo mismo: una actualidad política irrefrenable que para muchos nos pone cada día ante el abismo. El fluir eterno de la vida y el trabajo metódico de algunos que quieren frenar lo inevitable.